lunes, julio 31, 2006

Grabado...


Hoy estoy un poco triste, porque la vida echó a bajo todas las esperanzas de reencontrarme con fantasmas que aún rondan en mi triste caminar. Quiero hacer las cosas bien. Por eso que soy duro y no me río con frecuencia.

Y está no es una de esas frases cursis y cadenciosas que tanto me gustan, sino que es una real muestra que cuando abro mi boca, no paso inadvertido.

Eso era lo que me contaba Andrés. Un tipo demasiado cercano en mi cabeza. En algunas ocasiones lo llame Martín o Renato, a secas. Ok, para los que lean esto, quiero contarles que por primera vez voy a escribir algo en este Blog. Algo que no me es indiferente.

Porque ya no quiero saber más de nadie y me conformo con caminar por las calles del centro no conociendo a nadie. Y quiero que llegue alguien que me recoja, me de una taza de té caliente, toque mi cara y me diga: Ok, todo acabo. Llegue para salvarte y no soy una heroína. Solo lo hago por gusto.

Miro hacía el cielo y las nubes están cada vez más negadas a un vientre. Por eso me río solo cuando después de cada ocaso, las primaveras te siguen llevando lejos de mí existir y te reafirman lo que existió y no debió morir nunca. Mi cabeza dice otra cosa, porque no debió existir jamás.

Quisiera ser un aprendiz de hechicero para sacar de mi sombrero un conejo y que este pusiera huevos llenos de chocolates para ti y los tuyos. O tal vez buscar la manera de extasiarte y hacerte cambiar el mundo. No es justo que solamente uno de los dos haga eso.

Porque nada más quiero que llegar a ese ocaso en la calle “Blas Cañas” y comenzar con mi eco del pasado que aún repercute en el presente. No quiero más vértigos en mi cabeza y que las ventanas sigan lamentándose y mirando por la Marcoleta resfriada.

Después de un mensaje en mi celular, decidí caminar para encontrarme quizás con un desquiciado mental que me fusilara el intestino delgado o me diera una pateadura de puta madre. Más que mal quiere hacerlo hace rato.

Ayer me auto conté la fábula del Edelweiss. Me aute enseñé que este nombre no era sólo un notable bar argentino que queda en las calles “Libertad con Corrientes”, sino que en realidad era una flor que sólo crece en las altas cumbres de la montaña y que sus hojas blancas son frágiles pero capaces de resistir los fríos del invierno.

La leyenda cuenta que cuando un hombre quería demostrarle el amor a una mujer, subía más de 2.500 metros para traerle una. Con eso, quise darme cuenta que no tengo los zapatos de alta montaña y que ya no me corresponde el ir a buscar una de esas flores.

“Así que si tu eres Tulipán, yo soy Edelweiss”, me dije. Nos quedamos sentados en el oscuro Bustamante. Me abracé fuerte y nos quedamos dormidos. Pegado en aquella banca, frente a aquella luz dejé grabado un nombre.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

sí...más que sea


mucho más que sea

Anónimo dijo...

espero que ese nombre sea el mio.
me gané ese derecho por ser a quien llegas a los brazos cuando nadie te quiere recibir.

acuerdate que mi closet tiene un espacio para tus pilchas y siempre vas a encontrar un plato limpio y comida caliente.

call me, payaso sin risas.

Partituras Inconclusas dijo...

Jaja...

Yo también espero que sea mucho más. Voy a trabajar para contribuir a eso.

Pero en silencio, como siempre.