miércoles, septiembre 26, 2007

Una Piedra



Estábamos los dos sentados en su sillón de plumas de ganso. Nos habíamos conocido hace años pero ambos nos evitábamos. Sabíamos que más tarde que temprano iba ocurrir el milagro de mirarse sin decir nada.

Los dos teníamos el corazón hecho pedazos. Como aparece en aquellas tragedias griegas que tanto nos gustan leer y que sabemos que te matan al abrir el libro.

- Eres como un vulgar educado. Pareces un extraño que todo lo sabe. Quiero vivirme este momento despacito y sin tormentos. Y si quieres irte, sale de inmediato para que me duela menos, me dijo al instante.

La mire sinceramente. Argumenté que el pisco sour estaba demasiado agrio. No quise decir nada porque sabía que temprano debía marcharme. El trabajo en la universidad es intenso.

El foco mental se me alumbró y después de beber un poco más de ese pésimo pisco que dignamente había preparado, pregunté torpemente, como no sabiendo lo que decía.

- ¿Los dioses habían condenado a Sísifo a rodar sin cesar una roca hasta la cima de una montaña desde donde la piedra volvería a caer por su propio peso. Ellos habían pensado con algún fundamento que no hay castigo más terrible que el trabajo inútil y sin esperanza?

Y ella me contestó:

- No, en la mitología griega Sísifo, fue hijo de Eolo y Enarete y marido de Mérope y fundador y rey de Éfir; fue condenado en el infierno a empujar una piedra enorme cuesta arriba por una ladera empinada, pero antes de que alcanzase la cima de la colina la piedra siempre rodaba hacia abajo, y Sísifo tenía que empezar de nuevo desde el principio.

- ¿Acaso el amor no parece a veces esa piedra?, pregunte de inmediato.

El silencio se apoderó de la habitación. Ismael Serrano dejó de cantar y nos pidió explicaciones por la conversación sin sentido.

- Claro, -atiné a decir- porque no es cierto que no está perdido aquello que nunca fue... y esto no es real. Ambos somos muertos.

Una lágrima brotó de su ojo derecho y la seguía una línea negra.

Comprendí que era hora de marcharme y que aún estaba infectado con el virus del miedo.

miércoles, septiembre 19, 2007

Pastillas de Respeto




Al parecer las llamas que dejó este rincón fueron sobrecogedoras. No me acuerdo de haber sobrecogido a nadie.

Un machista me dijo que las mujeres son como los buses del Transantiago; te bajas de una para subirte a otra que tampoco te sirve.

Yo prefiero caminar, es más sano, no contamino y conozco la ciudad.

Quiero una Coca Cola bien helada para pasar el mal momento.

Supongo que los anónimos tienen un nombre.

Nadie entendió mis actitudes.

En ocasiones me marcho para no decir la última palabra, esa que hace daño.

Nadie reclama nada, porque nunca tuvieron nada.

lunes, septiembre 03, 2007

Una Idiotez


Desperté asustado.

Tenía sed.

Era periodista de espectáculos y estaba en un backstage.

Sin darme cuenta me encontraba frente a Lily Allen, esa chica londinense de 21 años que bebe cerveza y fuma mientras canta.

Hablaba perfectamente ingles y la entrevista fluía de lo lindo.

Nos reímos a moco tendido y me coqueteó como raras veces me ocurre.

Dormimos juntitos y las palabras sobraban.