lunes, agosto 28, 2006

La Muerte de un Inconcluso


El sábado conocí al hermano del protagonista de mi nueva historia de “Jóvenes Desesperados”. Su nombre es Felipe, estudia Ingeniería en Sonido en un capitalino instituto profesional.

El muchacho tiene 19 años y creo que son los más desconsolados que he conocido. Su amigo ha muerto. Su hermano no está con él; su partner de guitarras y pláticas ya no aparecerá traspasando la puerta de ese cuchitril ubicado en el centro. Su angustia es intensa. Ellos, no se despidieron.

Su hermano murió en su elite y con las botas bien puestas. Él sabía que hacer pero nunca lo hizo. Su rebeldía incompleta fue y será nuestro precedente; sus estúpidas bromas estarán recordadas por sus rivales; esos consejos serán la vida misma para alguno de sus amigos o quizás simplemente –como a él le gustaba decir- no fue nadie.

María José es una hermosa niña morena, tiene los ojitos rasgados, un brillante y corto pelo negro, mide no más de uno y sesenta de muy linda niña-mujer. Ahora entiendo la aflicción de mi amigo por su amor prohibido.

Al ir caminando sin rumbo fijo, Felipe me dice:

- Quieres conocer el cuchitril de mi hermano

Fugazmente nos dirigimos al mismísimo centro de la caótica y depresiva ciudad de Santiasco. Al ir caminando, voy reflexionando sobre que me deparará aquella visita. Voy pensando que me integraré a los sueños e historias de mi aliado.

Con un caminar pausado entramos al departamento. Está casi vació, desolado y depresivo. Andrés odiaba donde vivía, esto, por el infernal ruido constante de las micros.

- Mi mamá no ha querido cambiar nada después de la muerte de mi hermano, me dice el muchacho.

Eso es correcto. Desentierro de mi antiguo texto todo y cada uno de los momentos vividos con mi amigo. Recuerdo que él en nuestra entrevista mencionó una foto trizada de su amada.

También se encontraba en su escritorio la clásica flor plateada; en su velador había una botella medio llena (o medio vacía... antes no se sabía, ahora yo supe la verdad).

Este sitio era realmente lo que yo quería conocer. Si de algo estoy agradecido por la profesión que elegí, es de que mis manos y mis historias que puede que estén mal redactadas.

Quizás ocupe muchos calificativos que no deba ocupar o tal vez para no corregir, deba realizar un plan de redacción para cada texto; pero de lo que si estoy seguro, es que las historias no son gratis.

Me despido de la casa en penumbras de este nuevo amigo que hice. Esta visita fue en memoria a la figura y en conmemoración de un año de la muerte de mí conocido Andrés, quien murió en el Cerro San Cristóbal, en un lugar llamado “El Ermitaño”.

En memoria a su no-amor estoy sentado en la misma mesa que compartimos en el “Open Box”, aquel bar en Providencia. Vocifero a la exquisita mesera que atiende este lugar que sirva nuestro acostumbrado brebaje y esas exquisitas viandas que hicieron del regocijo una puesta en marcha.

Pienso en mi compañero y su cita con la oscuridad. Abro la carpeta que me dio Felipe, muchos son los escritos que aparecen. Yo diría que demasiados para un tipo que no juntaba media palabra al unísono. Son los escritos de mi difunto amigo. Se denota de ellos un anonimato con sentimiento.

Luego de horas de escribir y mirar a la gente con un preservativo en los ojos, ya es hora de emigrar a mi refugio particular. De fondo suena Camilo Sesto, estoy un poco fastidiado.

En ocasiones recuerdo que también tengo una vida y que además me tengo que hacer cargo de ella. Principalmente de mis historias relacionadas con la eutanasia de mis propios amores.

Al llegar a mi casa y sentarme frente a mi computador, prendo el último cigarro que me queda. Miro la hora, mi Rolex imaginario me dice que son las 02:06 de la madrugada y el gas de la estufa no alcanza a durar lo suficiente como para calentar mi habitación.

Alguien decía por ahí que Los débiles siempre se van a sentir amenazados y es eso lo que me ocurre en este momento. Hoy día, soy un tipo débil y amenazado por mis despreciables espíritus. Porque pasan y pasan los días y aprendo que la necesidad enseña más que la universidad.

Morir ya no me asusta, porque he visto el cielo en ti y en está historia de un tipo inconcluso que no se despidió de su hermano y que aguardó señales que llegaron en el peor momento.

Quizás deba empezar mi escrito diciendo que Andrés ha muerto, que era un buen chato y prudente en extremo. Nunca habló más de la cuenta y así fue.

Tal vez deba comenzar llamando a mi texto al gran Neruda y diciendo “Queda prohibido llorar sin aprender” o posiblemente un buen comienzo sería “Lamentablemente debo morir para vivir”.

La diferencia de estos relatos es que hay personas que escriben con preservativos en los ojos, yo no; el suscrito traza sin condones ni cordones.

... Al parecer está historia concluyo.

jueves, agosto 24, 2006

Donde los hombres tenemos el bigote...


Ayer en una alocada carrera al infinito que culminó donde lo imaginaba, me dijeron que no volvería a poseerte porque la última de las opciones que le quedaban a mi mutilada alma, era el retenerte un minuto más.

El creador de tan particular forma de expresión fue esa amiga nuestra llamada Francesca. Ella canta y encanta con la nefasta sumisión de su mirada. Encandila al más fornido de los Don Juanes; desgarra caricias con su pelo de resortes; vive y muere por su pasión y sus lunares lunáticos te persiguen frente a vuestras propias grietas.

Dijo además, que mi transformación nació el día en que entendí que mi pecho no recibiría vuestra cabeza y que por más calles que separaran nuestro existir, no era mi hogar el que visitarías. Las medias que olvidaste en mi refugio con olor a trementina, debían quedar donde están en este momento. En Silencio.

Francesca se burló cuando me afirmó certera y con sus dientes punzantes que me había trasformado en lo que soy, gracias a la infinita necesidad de lo que tú habías mostrado en aquellas tardes donde las banderas y el horizonte encontraron lo que andaban supuestamente buscando. Nunca logré invitarte a mi vida para compartir caricias al hablar y agitadas siestas despierto.

Porque sin más preámbulo que lo existente, viste en mí un montón de colores, canciones, sabores y excitación detrás de vuestra oreja. Y nuestros cuerpos desnudos ya no se pegarían por tanto sudor veraniego.

Era el momento de brindar por la despedida que nos regalamos aquel viernes lleno de luminosos fracasos y degollantes mentiras. Tomando cafeína me reencontré con un pasado que guarda silencio como el dueño de éste.

Escuché de sus labios apretados, que el amor se encuentra siempre y en la medida que se busca; pero no detrás de miles de encargos, bailes y poesías. Ese maldito sentimiento era digno de apoderarse de mi y fluir cuan palabras les regalos a los enamorados del mundo.

Seriamente me recomendaron no seguir repartiendo caricias, sueños húmedos, helados ni galletitas porque las mujeres necesitaban simplemente a un hombre que las haga sentir mujer. Sin dudas impresas en papel mantequilla; sin pétalos llenos de testosterona; sin sopas de cebolla ni amuletos para la supuesta buena fortuna.

Francesca argumentó sin descaro que el feminismo imperante en mi trayectoria de alocado conductor de realidades diabólicas, bohemio angustiado y vertiginoso ocupante de sonetos y metáforas, sólo eran necesarios cuando hablase con una niña menor de quince años.

Al prender un último cigarrillo de la caja de veinte, suena de fondo otra vez esa adversa canción. Y me había sacado el alma de puro idiota para advertir si estaba internamente dentro de mis costillas. Y tu músculo enfermo me había salvado irremediablemente la vida como cual cardiólogo extrae ese corazón insano, para poner otro. Y salvaste y dejaste abierto mi pecho para simplemente mostrarme que puedes vivir en él, pero a mi manera.

Y allí estaba yo, sumergido en la entrepierna de mi amiga Francesca; recordando cuando después de hacer el amor tu ardor agitado me daba la espalda, tus ojos imaginaban otra cara; tus manos acariciaban otra parte; tu vida estaba en otro planeta; me mentía una maravillosa historia de dragones, putas, gángster o princesas y se te enrojecía donde los hombres tenemos el bigote.

jueves, agosto 17, 2006

Tres historias juntas...


Para Dieguito, Carolina, Javiera, Fabián y su querida
Agustina (Q.E.P.D)


- Te recuerdas una vez que fuimos a una plaza cerca de mi casa, había una iglesia y nos acostamos en el pasto mirando las nubes, y me dijiste que te querías meter a Periodismo sólo para escribir. Lo único que tenías en mente era realizarte y patentar todas tus locas historias en un papel; daba lo mismo si alguien las leía. Después nos quedamos en silencio, escuchando los ruidos que había en nuestro alrededor, fue lo último que me dijo esa niña de risa fácil y mirada al piso.

También recordé a un tal Fabián y su querida Agustina que se fue sin darme las gracias por haberlos presentado en aquella tocata en el Colegio en La Reina. Esa, donde emborraché al mejor de todos con Cinzano y cerveza.

Luego de ese llamado telefónico llegó otro. Me decían que había muerto en la Costanera Norte, muy cerca de algún lugar.

Supe que nada sería igual y que pasarían millones de años para encontrar a otra que supliera mis necesidades, mis carencias.

- Quiero que sepas que sí me rió, pero cuando sé que tú también lo haces, contestó inmediato.

- Mañana nos reiremos juntos entonces- dije al instante- sólo trae los dientes y las mejillas descansadas.

Lo único que atiné a decir fue “A estas alturas de mi vida sigo siendo ese payaso que alguna vez trató de hacerte reír; ahora estoy solamente cansado y triste por no conseguirlo”.

A la alborada subsiguiente, traté de ensuciar a un niño con chocolate y millones de golosinas. A un niño, que me recordó cuando subió al bus camino a su casa...

¿Estilo o Dulzura?


Hoy mientras todos agonizan su destino pienso en que la tarde pudo haber sido vuestra. Y me rió porque desde millones de años rememoro cada uno de los detalles de su alcoba desconocida. Aprendí sobre el odio al experimentar con las generalidades de mi almohadilla y del inclemente que no paraba de llover, argumenta el inmaduro desequilibrado.

Sueño con ser una mezcla de hombre que pernocta contigo y le aporta el apodo a tus retoños, los que tarde o temprano nacerán mientras una mixtura de deslices y ascetismos del infierno exquisito le dan cabida a mis despertares.

Y los malditos cielos en los que creo te podrían matar sólo por celos; me lograrían matar sólo por apresuramientos... esas dagas oxidadas, si lo quisieran, me sabrían lapidar.

Ayer me dijeron que te marchaste y que te agobiaste al despertarte en los brazos de otro, mientras un soldado sin su arma de combate, conoce de la guerra en la que no hay batallas perdidas sino que sólo guerreros malogrados y mucha muerte.

Ese, que luchó por la heroica embestidura de sus sueños, la cual jamás le perteneció, advirtió sin una droga en la mano que te ganaste algo por consuelo; por merito propio; eso que estaba en el destino simulado en las cavernas de una andrajosa mochila llena de malestares y estandartes bronceados. Con chaquetas de cueros, pantalones a rayas, zapatos de niña rica, mucho perfume a fresa, telares nefastos de esbozos y una que otra sonrisa cómplice.

La felicidad tiene un gran cinismo que es prudente y sigiloso; que te acompaña en algunos momentos, observando cada rincón de las estepas que tienen tu olor. Ese cinismo se llama sacrificio.

Los auténticos héroes son los capones que se atreven. Ese cobarde carece de la objetividad necesaria para percatarse de lo importante:

... una tiene un sobrio estilo de vida y la otra una aventura llena de dulzura.

¿Cuál de las dos será su solución?

martes, agosto 15, 2006

Cristian(o)


Mientras la reciente semana fue una real interrogante en un sin fin de temas, conocí a un hombre. Su alias es Cristián y su oficio es jugar con la electricidad.

Proveyéndonos un agasajo de pastas, supe que años atrás su oficio era otro. Uno muy distinto al actual. Él era ladrón; randa, ratero, cleptómano, delincuente, caco, amigo de lo ajeno, manilarga, carterista o como sea...

Su especialidad eran las joyerías del centro de Santiago, además de financieras, lanzazos al voleo, delincuencia barata y camiones repartidores de cigarro. Todo para el maldito consumo de la despreciable Pasta Base.

Deambuló por bares llenos de muerte y sustancias impedidas, conociendo a los más malos de nuestro territorio; probó a millones de mujeres de vida fácil y supo lo que era el infierno de aquellos que están vivos. Recientemente perdió a su madre producto del maldito cáncer que todos tenemos dentro. Su progenitora se marchó en paz y feliz, porque mi amigo “cristiano” fue salvado, como me repitió toda esa tarde.

Hoy vive una vida distinta y llena de buenos tratos, felicidad, una sonrisa que muestra su diente quebrado en alguna riña callejera. Ya no es ese hombre que peca con un cigarro o ingiere dosis de indiferencia. Dejo de viajar a ese pasado oscuro y sufrido. Olvidó sus cicatrices que marcaron esa etapa singular de su propia piedad.

Ya no carga esa maleta repleta de dedos que lo apuntan como el malo de la familia. Su corazón ya no es cobarde y dejó de matar y morirse en cada salida a la gran metrópoli llena de oportunidades. Se olvidó de ser la manzana podrida de su hogar y cambio esa espera en juzgados inculpadores. Él junto a un nuevo amigo profesan el bien... y sin mirar a quien.

Fue en un momento de su vida que dio un vuelco trascendental a todo y se llenó de esperanzas y anhelos; de sueños y buenaventuras, de la palabra del señor y de los hermanos de culto que ahora tiene y son millones.

Cambió las pistolas por la Biblia, sus fantasías son otras; él en estos instantes se olvidó de destrucción y trabaja construyendo historias escritas hace ya, dos mil seis años.

Como dato poco importante puedo contar que en mi hogar arregló los enchufes de la luz, el desagüe del lavaplatos y me instaló mi computador donde yo lo quería.

Como dato importante puedo decir que el cambio no es malo para quien lo necesita.

sábado, agosto 12, 2006

Morfeo...


Repasando mis propias narraciones, me doy cuenta que no puedo parar de escribir con pena y el sueño es lo que me mantiene vivo. Pero esa angustia que me embarga no es precisamente una dolor que nació de un hecho puntual, sino que con el paso de los días se va acrecentando como una fuerza malévola que no me deja pernoctar en paz.

Quizás una solución para este deshonesto preexistir, sería dormitar todo el día pero honestamente no creo que sea la salida. Para muchos la zozobra de este Adán que camina por el mundo con las costillas intactas fue producto de su propia forma de vivir.

La cuestión es que no pudo dejar de lado las interrogante que me persiguen cual deuda sin pagar. Con preguntas a medio responder o simplemente palabras al azar.

La fuerza de mis vocablos redactados, son sin duda, el motor que necesito para resistir en este cosmos que me mata sin pensar en el daño que produce.

Los puñales que mi maleabilidad me provoca, son más afanosos y más poderosos que las balas que disparo en las noches cuando deambulo por cantinas que no tienen nombres. Buscando lo que jamás encontraré, pues eso, está en las extremidades del dueño de los sueños. Su nombre es Morfeo.

De niño me enseñaron que en la mitología griega, Morfeo, que en griego Μορφεύς, de μορφε morphe, significa “forma”; era una deidad onírica. Ese gran maestro me instruyó que según ciertas teologías antiguas, él era una suerte de gobernador de los Oniros, los mil hijos engendrados por Hipnos, generador del sueño y Nix; la noche. Curiosamente era hermanastro de Tánatos, la Muerte.

Ese pedagogo que dormía a mi lado, me hizo conjeturar toda esta historia a los diez años; edad en que estos temas no le interesan a nadie. Me ilustró que se le simbolizaba con alas que agitaba rápida y silenciosamente, condescendiéndole ir volando a cualquier rincón de la tierra vertiginosamente.

Morfeo se encargaba de inducir los sueños de quienes dormían y de adoptar una apariencia humana para aparecer en ellos, especialmente la de los seres queridos (de ahí su nombre), permitiendo a los mortales huir por un momento de las maquinaciones de los dioses dañinos.

Cuando releí que Morfeo duerme en una cama de ébano en una cueva sutilmente iluminada, rodeado de flores de amapola, no pude dejar de imaginar tu vida de esa manera. Finalmente mi abuelo me dijo que fue fulminado por Zeus por revelar los secretos a los mortales.

Con toda esta historia llena de morfina, recordé que en una etapa de mi vida también fui un Morfeo que velaba el sueño de una diosa. Siempre bajo un foco que me iluminaba, como a los sueños de millones de mortales.

Mucho tiempo ha pasado y ahora el llorar sin lágrimas se ha transformado en mi vía de escape a lo ajeno que estoy de los milagros de mis amistades. Pensé que el reciente lunes moriría nuevamente.

Pero los ángeles que me acompañan me mandaron a un singular aliado para que me insistiera en que no todo está perdido y se puede renacer. Mal que mal, creo en eso y lo he hecho miles de veces. Y por la misma causa.

Quiero que todo el mundo sepa que espero no morir sin haberle dado las gracias a todos los que me ayudan a dar un paso más en este mundo lleno de calamidades.

Espero no morir sin procurarles las aposturas a mis padres, que me lo han dado todo y jamás me lo cobraran. Por otro lado, está mi hermano y su sinceridad a la hora de mal decir por lo que insistentemente innovo.

Mis recuerdos, también me ayudan a dar caminatas libres e intranquilas por las calles de mi gran ciudad. Pido personas que jamás aparecerán. Exijo peculios que no poseo y rememoro que el tiempo se estanque en cada filo de la Marcoleta emponzoñada y angustiante.

No quiero vivir con el cansancio de espiarte en cada lugar que recorres, porque no es honesto para los que me han salvado no siendo héroes.

Hace muchos años dije que un amor violento me quitó las ganas de sonar y para una caminata de mil años siempre hay que empezarla con un primer paso. Pues, bueno, espero dar ese primer paso.

...pero desde la vereda que me corresponde.

viernes, agosto 11, 2006

Morir...

Hay algo que golpea dentro.
Que no se puede negar.
Son ansias de vida.
De entregarse al amor.
Con una vehemencia irrefrenable.

Hay algo que golpea dentro.
Incluso a un corazón cansado
Que grita y dice: ¡Vive!

Las sombras se hacen luz.
Y la luz rayos luminosos.
Que inundan el alma.
En la espera del instante.
Del sublime instante.

De comprender.
Esas cuatro letras.
Que jamás dijeron nada.

miércoles, agosto 09, 2006

Mientras todos duermen...


Te adormilas mientras la ciudad llena de luces azota el cristal con su llanto y estás ajena a tú quimera. Qué pena que este milagro de verte cabeceada en paz, no inunde el muro de esta habitación. Aquella que logré para tus descansos llenos de adoloridos barbitúricos o excesos de feromonas.

Ojalá que mañana, cuando te despiertes, duerma mi dolencia.

Bajo el piso cincuenta de una de las torres de este eterno Santiago lleno de polución, una estudiante llamada como mi madre, invoca la locura de huir con los muchachos del camión de la basura y mientras en las tabernas yacen la culpa de esta gran metrópoli, veo cuando camino por las veredas que hay tantas soledades sin saber que descansas y no puedes amar.

Desde hace años que el estado más angustiante de un hombre es el insomne; cruzando la casa y buscándote nervioso porque sueña a tu lado aunque no duerme contigo.

Cada día le ruego a alguien que perdone esa maldita costumbre de molestar y de despertarte, porque tengo miedo o porque siempre acostumbro a llegar un poco tarde a todos los funerales.

La efusión dejó de darme esas inmortalizadas salutaciones cada mañana, mientras me vapulea la calamidad de haberte visto mil veces soñando y riendo feliz con los ojos puestos en las estrellas. En un estudiosos de las providencias.

Y tú acostumbras a soñar despierta en imposibles, mientras un hombre escribe coplas frente a una procesadora, temblando en la pantalla y abriendo la caja de Pandora; esa que está llenas de tus imágenes.

Porque he dejado de buscar la felicidad en los cuartos de millones de hoteles visitados con señoritas que me mentirán y no dormirán. Esos rumores son los que motivan al más indeciso de los periodistas a escribir y borronear millones de partituras recusables.

Muchas han escuchado el pretérito imperfecto del verbo amar de mis labios, solamente con la inútil posibilidad de volver a escribir y comparar cada palabra dicha. Cada sueño olvidado en un cuaderno color cielo.

Si pudiera reencontrar la forma para escapar, lo haría; porque creo indispensable el que nos miremos y nos sonriamos como dos cómplices que juntaron dicha confabulación para no galantearse.

Los excesos no son buenos. Todo el mundo sabe que de amor nadie come. De regreso se puede esperar cualquier cosa; quizás ver a un hombre llorar en un taxi mientras suena la radio o una venta de nefastas sustancias.

Tenuemente colijo la clemencia de la gente que nunca hocicará la paz sobre tus párpados y tú sueñas y yo vuelvo a pedir perdón por mi maldita costumbre de despertarte, por tener miedo a tus ojos, por recordarte mientras todos duermen o por aparecer.

Después de toda esa dipsomanía reflexión, no me quedó más remedio que visitar nuevamente sin querer, el barrio Lastarria.

miércoles, agosto 02, 2006

Vivir es una forma de Vida...


“...Estoy lleno de desconfianzas y un sueño no me deja dormir tranquilamente. Para eso está la cerveza que me hace olvidar. Supe de aquellas hermosas caricias hace una semana atrás. Pero eran otra de las mentiras que acostumbro a recibir.

Esta situación se ha trasformado en un texto tragicómico de las esperanzas. Pero no pierdo la fe de seguir tomando por las astas a la vida. Ayer me dijeron que vivir era una forma de vida, ese comentario se apoderó de mi cabeza.

Quizás aquel suicidio experimentado no fue suficiente para lograr las percepciones que necesito. Ya no soy ese Pablos de Quevedo que se ponía en distintas situaciones.

No quiero agradarle a más gente. Emprenderé mi marcha con poco equipaje y dinero suficiente como para comer un día. Está ciudad llena de luces me hace daño, pero a la vez me dan risa las caras de las personas que desconocen que detrás de estos ropajes se esconde un ser vago. Extraño. Uno de esos especimenes que ya los quisiera la Nasa para llevarlos al patio 29 o donde sea, para ser material de estudio.

Si la vida te voltea, saca tu herramienta y penetra ese cuerpo en medio de la nada.

Ser hombre es una de las pegas más desagradables del mundo. No creo que ser mujer sea tan liviano, pero por lo menos está el poder encontrar a un hombre hecho y derecho que te ame, sin compasiones, sin pecados, sin dar la espalda y aceptando tus errores.

Tengo ganas de que estas Partituras Inconclusas acaben de decir sandeces y comiencen a relatar historias llenas de contenidos, donde los poesteos que aparezcan sean los más extraños y donde los poetas infames no salgan con historias infames.

Pero también no quiero popularizar este medio informativo lleno de túneles. La gente no merece tal desagravio de mi parte.

Ellos no me han hecho nada y por esa razón no tengo que decir nada. Ya todo esta descubierto en las calles desiertas que acostumbro a visitar con el cigarro en los labios.

Porque me doy cuenta que no soy el tipo que busca nadie... soy demasiado fuerte para enredarme en esa red. Además debo confesar que soy muy débil y no puedo proteger a nadie.

Las armas las carga el diablo y mi arma es únicamente una cuestión masculina llena de preguntas sin respuestas. No sé bien que es lo más importante. Reír es una causa y morir el efecto.

Todo lo estoy haciendo por ese maldito sentimiento llamado “Pena”. Trabajo con pena, miro a la gente con pena, estudio con pena, bailo con pena y dejé de cantar y escribir por la pena.

Tengo un pie en la mentira y el otro en la verdad. Ayer mi amiga imaginaria me dijo que no valgo ni medio centavo. Otros me comentaron que es mejor pasar por un imbecil conocido que uno que nadie conoció. Quisiera no ser este muchacho que garabatea de lo lindo es su mal escrito blog y convertirme, quizás en un tramposo de aquellos. Es allí donde soy yo”.

Todo acabó cuando sonó el teléfono.