sábado, abril 05, 2008

De Traje Café


El camino debía comenzar donde lo dejé. En una calle desencantada, oscura, triste y desmejorada. Pero no fue así. Nunca me enfadaba por esas raras situaciones que se parecen al caos más engreído que Olguín pueda conocer.

Mi eco me respondía las mismas cosas que antes. Eso de esperar por las posibilidades y los esfuerzos suele ser un buen discurso periódico, pero nada más.

Y allí me encontraba y allí se encontraba. Vestía maravillosamente, como nunca la había visto. De café, traje de desastres incólumes. Europeos de cuello y corbata.

Mis jeans azules y desgastados, mis zapatillas onda juvenil, sucias y rotas; clásicas poleras que ya cumplieron su vida útil, bolso cruzado, chaleco onda “Mister Rogers”, agua en una botella, caminar rengo, silenciosos y cadenciosos y en ocasiones un cigarro en la mano.

Y allí estaba ella. Silenciosa, esperando algo, esperando a alguien que no eras tú. Ni tampoco yo. Hola, dijo cuando se aproximó a mi sitio. Hola contesté como un gentleman a la antigua.

Me puedes decir la hora, preguntó. Las siete veinticuatro, volví a contestar. ¿Dónde queda la calle Santa Victoria?, consultó al instante. De avenida Matta, tres o cuatro cuadras, debes caminar derechito por Portugal.

De no conocer Santiago ni levantar la cabeza al momento de cruzar la calle, ella sería un despiste de mis ojos...