miércoles, junio 20, 2007

Deja mis manos


Los carabineros me querían llevar. Nada malo ocurría. Tabaco por montones era el tráfico. Risas constantes la panacea. Miradas cómplices la lujuria.
Unos besos extraños la fuente de inspiración. Sabiduría mezclada con tonteras. Amor calcinado. Olores a tú persona y aquellas palabras lágrimas.

Los carabineros nos radiaron como a los delincuentes. No tuvimos escapatoria. Ellos me conocían. Sabían que era el culpable de todo. Mi insignia era la de un aria. Mis ojos delataban lo consumido.

Un fuerte olor a gas inundó el lugar. Tus ojos se me aparecían en esa plazoleta oscura y silenciosa. Las vecinas salieron a chismear. El sargento era canoso. Quizás también cariñoso. Hurguetearon dentro del móvil y encontraron la evidencia.

Tu nombre apareció millones de veces y en trillones de ecos. Solamente yo los escuché. La diversión fue grata. Alcoholizada al máximo. Caminando patichueco. Semienrropado. Cabizbajo y deschavetado.

Fue muy dura esa derrota, pues no nos detuvieron. El móvil con patente negra se quedó sin batería. Tuvimos que empujarlo y la metafísica hizo efecto. Ese policía canoso se despidió de nosotros contento pues el procedimiento no fue más que un tramite.

Un susto para mis bolsillos.

lunes, junio 11, 2007

Feliz Cumpleaños


Han sido momentos en que mi maldad floreció como la de un asesino. Quise despojarle el alma a cualquiera. Nunca he sido bueno para las despedidas porque sencillamente no creo en ellas.

Son muchos años de agradecimientos en que mis manos se retorcieron junto a las de ella. Me dio alimento en momentos en que la hambruna carcomía mis reservas. Trató de crear una forma a la que nunca asigné la soltura de mi cuerpo.

La ambicionada mocedad sólo me ha traído más y más problemas. Augurando períodos que no llegarán. Inmolando los sueños; desechando las lisonjas y los consejos que de veterano de batallas fueron la única posibilidad de educación. Las exactas fueron su mayor esfuerzo.

Esa muchacha se supo perdida en este instante. La vida se le iba como la arena de las manos. Se apagaba como el cerillo que prendió mi tabaco. Dejó de berrear. Ansiaba encontrarse con el ángel Andrés. Se acercaba un descanso sempiterno.

Sus pasos se transformaron en lentos e inseguros. Ojos cerrados, mirada perdida, huesos rotos y una casa desvalida. Las ventanas nunca gozaron de protección. Las reproducciones tendían de la pared, así como las representaciones pictóricas del artista.

El vital elemento brotaba del alcantarillado y desbordaba el jardín de pájaros. Nunca hubo mal olor. Nunca sentí mal humor y esas empanadas serán un buen recuerdo. ¿Quién hará ese arroz al almuerzo?

La señorita estilo años veinte soportó lo que trae una vida. Dejó de apaciguar a los desorbitados; sus hijos saben de eso y sus alforzas son laureles de estratagema.

Hoy todo es frágil como el volantín que jamás aprendí a ennoblecer. Las labias de lecho a cama se apagaron de santiamén en momento. Los actores venezolanos sollozan desconsolados. Por un instante hubo ímpetu en mis trascendencias y la saliva se evaporó de mis labios.

Demás está decir que se le se postrará por siempre; se le conmemorará perpetuamente.

Piadoso éxodo, abuela.

domingo, junio 03, 2007

Sábanas Negras


Sabía que más tarde que temprano la bomba reventaría e inevitablemente se expulsaría toda la maldad envuelta en un papel celofán. Esos disimulados ojos verdes ampliarían aún más mi estrenado libreto.

Sabía que más tarde que temprano me ganaría un verdadero garabato de desilusión; un arrebato de despecho o simplemente un adiós resignado por culpa de la escena que me tocaba disertar.

El maldito reloj se movía más lento que de costumbre y la tabla de carne con ajo aún la podía oler; mis manos ensangrentadas por esas malas caricias se transformaron en el trofeo de guerras de ese instante.

Mis fosas nasales respiraban un aire purificado. Olían a fresa con chocolate. El gusto del cigarrillo de menta era el regocijo de mis dedos y la silueta se traslucía por la ventana.

Las musas lloraban y se secaban sus lágrimas con toallitas desechables. Las ganas de un mañana mejor aparecían. Tenía sed. Quería tener hambre. Colo Colo se asomaba como campeón. Sonó mi teléfono. Número equivocado. Soñaba con un buen sexo. Nada era como antes.

Las sábanas negras esperaban que comenzáramos con la acción!!

El propio escenario de mi vida comenzaba a bajar su telón y la música de fondo se hacía insoportable. Marvin Grave no tenía la culpa de nada...

Los ángeles me miraban desde el cielo y se burlaban de ese instante. Sostenían antorchas apagadas. El plasma del fondo de la habitación trasmitía la última de las películas pornos de Eva Morales.

Un fellatio ensordecedor se apoderó de mi atención y mi actitud inquisidora cambió radicalmente. Dejé de sentirme el de siempre. Fui un ingenuo muchacho y un virginal hasta de pensamientos. Odié nuevamente al que nos presentó. Odié el momento en que dije: Tú camino es el mío...

Las sabanas negras quedaron intactas y la amistad nunca murió.