domingo, enero 27, 2008

Hombre


De visita en la casa de unos indeseables. Nada me hacía pensar en lo desagradable de la historia. En el momento en que acepté ese trigal. Esas calamidades, a esa nueva historia de pelos al viento, luz al sol, al dueño bruto de una despedida. A ese quijote sin su sancho...

De entrada mi ropa era distinta. La corbata no existía. Las patillas eran más grandes. Los zapatos en mi eran zapatillas. Las camisas eran una polera que tenía el slogan “Diego Maradona”.

En la mesa el café era amargo. Las felicitaciones aparecían a su hermano que compró un cartón en la del desarrollo. El perro de la casa me olía las patas. El ginebra no se combina con coca cola.

Su madre me observaba. De pies a cabeza. Me miraba como indicándome que cometía el error de mi vida. Me decía que nadie se había podido vincular a esa familia. Porque nadie estaba a su altura, social e intelectual.

Las tías eran una mujeres sangrientas. Comían el pollo con las manos. Se olían los dedos después de chuparselos. Una rareza en estos tiempos. Una ordinariez en mi población.

Una de ellas me pregunto: ¿qué oficio posees? Respondí que el más añejo del mundo. Me miraron y su guiño a apareció en su frente.

Dije que era el oficio que había retratado a dios hecho hombre; el que registra el diario acontecer con ideas que fluyen como una corriente tibia.

Esa que te enseña a ser curioso, que obsérvale paso del sol por las esquinas, la que mira todos los días al mundo como si éste hubiera sido inaugurado el día anterior, descubriendo el juego de las luces y las sombras.

Esa que hace que un hombre practique intensamente la más hermosas de las libertades. Y que te hace caminar con soltura por los senderos y vericuetos por los que se trajinan la paz y el amor, cuando las calles se encuentran apagadas, ocupadas y en riesgo.

La madre me preguntó si me había titulado. Yo dije que estaba a punto de titularme de algo más hermoso...

...de hombre.

domingo, enero 20, 2008

Como el Tiempo


La ciudad estaba plagada de espectros. Todos caminaban apurados. Llevaban una sonrisa parecida a la del "Tila". Los versos consumían la medición de sus vidas. Las guerras internas mataban a cualquiera. Mejor ni hablar de las condenas sociales, esas son las peores.

Nadie supo bien, cuales eran las esperanzas. Nadie quiso ni siquiera mejorar sus intenciones. Sus visiones auguraron la más bastarda alegría. Mi botella de agua se esfumó al salir.

No quiero pensar en cuantas faltas ortográficas tiene este texto. Pues solo veo esos ojos marrones que me observaban en ese salón de clases. Ambos confiábamos en nuestras características. Queríamos un 7.0 o algo parecido. Algo me decía que lo conseguiríamos, ya que ella me había aceptado un poco más.

Se había sincerado como nunca nadie lo hizo. Volvían a confiar en mí. Eso me parecía raro como los hombros de un jurel. Extraño como los cabellos de la botella o la saliva de la momia.

La huida fue casi al instante. Prefiero el barrio Bellavista y aquellas miradas que no dicen nada, porque es más fácil y mis mentiras son lo más real que tengo...