sábado, diciembre 23, 2006

Que no te vuelva lo que estas dando...

Muchas veces me he encontrado con las puertas abiertas, esperando a las musas violadoras de criterios. Soñando despierto con pieles que me abrigaron en etapas puntuales del diario. Las páginas centrales están plagadas de noticias tristes.

Es por eso, que reflexionando sobre las historias que se encuentran en este sitio encargado de contar cosas que me llaman la atención y, demostrando la facilidad de mis relatos, siempre he creído que son los peores del mundo y que a nadie le servirán. Los posteos de un modo u otro me dicen lo contrario, aunque me hago el loco, y los agradezco profundamente.

Porque cada mortal deambula en las madrigueras que quiere. Y yo volveré a caminar por las mismas rutas que me conocen. Los bares del mundo tienen reservada una mesa para mi y mis historias. Las cantinas fueron las encargadas de hacerme sacar todas las lecciones posibles.

Me he sacado de encima muchos personajes. Recuerdo cuando a Musolini lo mataron, mucha gente hizo un desprecio. Es ese mismo desprecio que quiero conocer, tratar y madurar.

Hace muchos años me dijeron que para partir con una caminata siempre hay que dar un primer paso. Mis palabras fueron y serán lo más sencillo que tengo porque la mediocridad en la que me desenvuelvo sólo autoriza las metáforas desgarbadas de las borracheras. Que me consumen.

Todo lo que tengo es por la chica más triste de esta ciudad. A ella no le gusta que hable y escriba sobre historias “añejas”. Al respecto no puedo decir nada más que hablar dudosamente, pues si no entiende “eso” de historias añejas... no entendió nada.

Inagotables son los deseos que pase rápido todo y, se aproxime el final de Kurt, Sid, Janis o Jim. Estoy atrasado y, el que lo entendió, lo entendió...

Siempre me han confundido con Gulliver, porque sin pensarlo dos veces, viajo hacia todas partes.

Un Gulliver sin su naufragio ni sus pequeñas personas que lo ataron o las incomprendidas subrealidades de aquella isla.

Debo decirles a todos los que leen estos recuerdos que agradecido me voy, me pierdo y me desaparezco. Pero no de la escritura, sino que de sus vidas. De este tipo de vidas, pues las otras, las desconozco.

jueves, diciembre 14, 2006

En ocasiones es mejor Arrancar...

Hablando de mujeres en una reunión sin mucho futuro, repetí lo que me habían dicho semanas atrás. “Yo creo que las mujeres buscan a mujeres con barba y los hombres buscamos hombres con pechugas”.

Las risotadas de los contertulios no se hicieron esperar y todo quedó en nada, hasta que la morena de la noche se acercó y con una linda sonrisa de sus ojos, tomó un trago de su copete anaranjado, y me dijo que estaba de acuerdo con mi hipótesis prestada.

- Te puede parecer extraño pero creo en la teoría de las pechugas y la barba.

Yo algo sorprendido ante la interrupción de las miradas, asustadamente le di las gracias por la amabilidad dispuesta.

- También creo que ustedes buscan hombres con tetas. Ósea, no una mujer que sea marimacha, pero que los acompañe al fútbol o no se enoje porque salen con sus amigos.
- Lo crees de verdad o me estás coqueteando, le dije al instante.
- No tengo necesidad de hacerlo. No busco nada; sólo conversar contigo.
- A que te dedicas, volvió a preguntar.
- Soy un proyecto de algo.
- ¿De que? De escritor que no se atreve a escribir, ni a ver Notting Hill acompañado, volvió a preguntar.

Fue ese el instante en que sorprendido me serví otro vaso de cerveza, para seguir con la charla. Era el único de la velada con su botella al lado.

- ¿Como lo supiste?, pregunté.
- Conocí tu blog por una amiga.
- ¿Cuál amiga?
- No te lo voy a decir, ella sabía que vendrías a este carrete. Me recomendó que conversara contigo pero que no te creyera absolutamente nada, dijo para después reír coquetamente.

Allí me di cuenta que no puedo hablar por mi género porque yo sé lo que no quiero o lo que no me gusta más que lo que quiero. Acostumbrado a ver pasar gente, nunca imaginé el encontrarme en una casa de esas que no me gustan, con gente que me observaba como el bicho raro de la noche (no iba bien vestido), siendo el único que tomaba cerveza y riéndome limpiamente con la niña más fea de la noche. (Lo último es mentira).

- El juego es que dos almas destrozadas se conocen, se omiten y se embriagan el uno de la otra, dije tontamente.
- También lo creo –me argumentó verazmente-, aunque no estoy segura en su totalidad.
- ¿Porque?, pregunté.
- Por qué conozco a alguien que te conoce.

Aquel entonces, la noche debilitaba mis neuronas ciegamente. Me sentía cansado de charlas sin mucho futuro. Me agobiaba la sensación de ser un tipo entretenido, brillante y despierto.

Me cansaba el tener que salvar conversaciones hablando de música, literatura, política o cine. Necesitaba algo más banal. Quizás hablar del casamiento de Pamela Díaz o de la mano negra de Kenita.

- ¿Cuales dos almas destrozadas? ¿De que me perdí?, me preguntó.
- ¿...? Perdón, de qué me perdí yo ahora, le dije algo confundido.
- Ahhh, es que me quedé pensado en eso que dijiste. Lo de las almas destrozadas. ¿Porque crees que tengo el alma así?, me tentó a contestar.
- Porque eres la chica más linda de la noche. Eres la mejor vestida. La que huele a suave perfume y estás hablando con el freak de la noche.

Las risotadas volvieron a aparecer. Cambiaba el panorama. Me había transformado en un tipo inteligente. Que salvó no hablando pavadas, sino que había hecho la mayor de las tonteras.

Me arranqué de esa casa inhóspita. Un beso en su mejilla selló la velada. No era necesario nada más, pues ella tenía información vital de mí...

Ante de partir, me dijo: “Oye Renato, mañana voy a ver a mi amiga. Estaba equivocada...”

- ¿Porque lo dices?, pregunté.
- Porque te arrancas. Igual que cuando estás con ella !!!

sábado, diciembre 09, 2006

Mala Canción Cubana...

¡Esa canción!

Esa maldita canción que en una de sus estrofas me recordó un millón de imágenes añejas de alguna historia también añeja, me ayudó a darme cuenta que le tengo miedo a mi alma porque suelo ser terrible. Y debo decir que me llené de sensaciones al momento en que los acordes del músico cubano comenzaban a sonar de su guitarra.

Las calles de aquel lugar visitado de noche se aparecieron tal como una diapositiva mal sacada, con una maquina de fotos desenfocada y sin flash. Donde el fotógrafo padecía de parkinson y su miopía se había apoderado de sus ojos.

Quizás donde las ilusiones me enseñaban que la relación cercana con el afecto, no eran tan malas y la formación de las historias de ese corte, inevitablemente me harían creer en tareas colmadas.

Cuando mi corazón dejaba de latir para mi, y comenzaba a hacerlo para dos personas. Jugando a imposibles que se demostraban con lo contrario. Baratas mentiras concluidas por realidades mágicas que ahora son ignoradas mirando hacia el suelo. O tal vez, porque no puedo vestir de negro, con lentes negros, trajecito negro, zapatos negros y con pantalones de tela negra.

Donde los planes de escapes y palabras no quedaban al viento y eran una realidad que escapaba a llamadas telefónicas incontestables e deformaciones del espíritu y sus correspondientes nebulosas. Mucha poesía quedo de aquella etapa.

No fue grato volver a escucharla pero una malévola suerte me obligaba a no apagarla y retornar a coligarme en ese trance de repetirla muchas veces. Algo sentía en mi estomago. Una rara sensación se apoderaba de mis tripas y retorcían mis intestinos. Mis piernas temblaban como cuando besé por primera vez y en la oscuridad a una mujer. Su nombre es Pamela.

Recordar cuando me aproximaba a mi hogar tras la tonta ilusión de cariño mentiroso, me dolía todo el cuerpo. Me juzgaba como el estupido que no sabe mover las piezas en el ajedrez o como el irracional que estrella su automóvil a más de 180 kilómetros por hora, dormido, borracho y frente a un reten policial.

Esa canción es el recuerdo de un momento que no deseo que aparezca de nuevo. Que estoy aniquilando con mis dardos plagados de indiferencia. Esa canción me transformó en el hazmerreír de mucha gente. Por esa canción perdí todo lo que había conseguido. Y dejé de hacer tareas. También de sonreír con ganas; de vestir bonito; creerme un Dios sin su cielo, un ladrón sin su navaja; un futbolista sin sus canilleras o un músico sin partituras.

Me recuerda a incómodos pupitres estudiando economía y arrancando de todas partes. Implorando volver a ser el mismo que se paseaba sin que nadie lo mirara. Sin ser el observado por la gente. Durmiendo en cada plaza no siendo reconocido e impregnado de un país no correspondido.

No quiero volver a entregar mi corazón a nadie más, ni siquiera a esos poemas escritos en alguna parte y destruidos al instante. Ni siquiera cambiar la armonía en la que me encuentro por un beso mal dado. Un sexo casual o un instante de lujuria extrema.

Porque ya no soy ese que guitarra en mano, cantaba como lo hace el músico cubano. Porque estoy cumpliendo terca y celosamente con mi plan de olvido y sobrevivo apenas a mi maldita suerte.

viernes, diciembre 01, 2006

Al fondo y a la Izquierda


Luciana es una estrella que apareció de la nada para alumbrar la noche que comenzaba a terminar. Humilde, soñadora, ansiosa y femenina. Buscando improperios donde no existen; implorando sonrisas donde se necesitan.

La conocí cuando las antiguas historias comenzaron a desparecer. Cuando los pétalos de las flores de papel regaladas fueron un equivoco en una de las localidades de mi alma.

Mensajes rodeados de dolor salvaron su vida, en momentos en que la nebulosa de sus pasos cambió lo que existía. Sus antiguas pasiones ahorcaron los hábitos por completo.

Hola, me dijo casi al instante en que comenzaba a marcharme. Donde está el baño, me preguntó con cara de ángel. Al fondo a la izquierda le dije, sin saber siquiera que existía un baño en esas coordenadas.

Eres pesado y engreído, me dijo riéndose con una suave carcajada. Tú eres una desagradable persona, le contesté y también moví el lado derecho de la mejilla, implorando una risa.

Voy al baño y seguimos conversando, me señaló, para después preguntar ¿Quieres, cierto? Ok, dije yo y volví a ser engreído.

Luego de un rato, le digo. Te llamas Luciana, como Luciana Salazar. No, me contestó, me llamo Luciana de Font.

De donde es originario tu apellido, le pregunté para seguir la conversación que por esos tiempos me volvía a avergonzar frente a una mujer. No lo sé, me dijo.

Estas casada. No, soy soltera, porque lo preguntas. Ahh, para saber si el “De Font” era el apellido de tu marido.

La conversación continúo en temas mundanos y sin sentido, hasta que le comenté que ya era hora de marcharme. ¿Donde vives?, me preguntó. En el centro. Te llevo, porque yo también me voy. Ok. Y salimos.

El auto se impregnó de sudor. Los vidrios sucumbieron ante la respiración agitada de aquella noche. Los corazones latían más fuertes y rápidos que de costumbre. Los pájaros cantaban hasta morir. La luna cerraba un ojo y se burlaba de la velada.

Ambos cuerpos se destrozaban en apretujados abrazos. Militares a lo lejo, observaban la escena. El alcohol consumido se comenzaba a evaporar de nuestros cuerpos.

Donde el mundo se mueve y se remecen los muertos. Donde las caricias de añejas mujeres se olvidaron para siempre. Donde mi nariz comenzó a hacer su trabajo. Y mi lengua filuda, se movía lentamente para no cortar ese orgasmo incipiente y destructor.

Donde mis dedos recorrieron esos pequeños pechos maternos. Y mis besos exploraron las cuencas de sus costillas. Donde la metamorfosis del amor comenzaba a desintegrarse y aparecía una extraña sensación de placer.

Cada cual disimulando sus temores. Donde las palabras quedan a un costado. Y la mirada contaminada con desvelos, tabaco y raspadores, hacía su trabajo, en silencio y a la altura de las circunstancias.

Cuando la mejor de las drogas no fue el ceviche ni el vodka consumido. Donde la calentura de las mentiras florecía como el cannabis antiguo y agotado.

Donde las princesas cantaban a su enamorado, paradas frente a sus balcones. Y esperando que la luz azote sus pasos.

Concluimos y prometimos volver a vernos. Para conversarnos de que la noche de sanos consejos, comentarios engreídos y desagradables actitudes, son la más fantástica de las relaciones.