Muchas veces me he encontrado con las puertas abiertas, esperando a las musas violadoras de criterios. Soñando despierto con pieles que me abrigaron en etapas puntuales del diario. Las páginas centrales están plagadas de noticias tristes.
Es por eso, que reflexionando sobre las historias que se encuentran en este sitio encargado de contar cosas que me llaman la atención y, demostrando la facilidad de mis relatos, siempre he creído que son los peores del mundo y que a nadie le servirán. Los posteos de un modo u otro me dicen lo contrario, aunque me hago el loco, y los agradezco profundamente.
Porque cada mortal deambula en las madrigueras que quiere. Y yo volveré a caminar por las mismas rutas que me conocen. Los bares del mundo tienen reservada una mesa para mi y mis historias. Las cantinas fueron las encargadas de hacerme sacar todas las lecciones posibles.
Me he sacado de encima muchos personajes. Recuerdo cuando a Musolini lo mataron, mucha gente hizo un desprecio. Es ese mismo desprecio que quiero conocer, tratar y madurar.
Hace muchos años me dijeron que para partir con una caminata siempre hay que dar un primer paso. Mis palabras fueron y serán lo más sencillo que tengo porque la mediocridad en la que me desenvuelvo sólo autoriza las metáforas desgarbadas de las borracheras. Que me consumen.
Todo lo que tengo es por la chica más triste de esta ciudad. A ella no le gusta que hable y escriba sobre historias “añejas”. Al respecto no puedo decir nada más que hablar dudosamente, pues si no entiende “eso” de historias añejas... no entendió nada.
Inagotables son los deseos que pase rápido todo y, se aproxime el final de Kurt, Sid, Janis o Jim. Estoy atrasado y, el que lo entendió, lo entendió...
Siempre me han confundido con Gulliver, porque sin pensarlo dos veces, viajo hacia todas partes.
Un Gulliver sin su naufragio ni sus pequeñas personas que lo ataron o las incomprendidas subrealidades de aquella isla.
Debo decirles a todos los que leen estos recuerdos que agradecido me voy, me pierdo y me desaparezco. Pero no de la escritura, sino que de sus vidas. De este tipo de vidas, pues las otras, las desconozco.
Es por eso, que reflexionando sobre las historias que se encuentran en este sitio encargado de contar cosas que me llaman la atención y, demostrando la facilidad de mis relatos, siempre he creído que son los peores del mundo y que a nadie le servirán. Los posteos de un modo u otro me dicen lo contrario, aunque me hago el loco, y los agradezco profundamente.
Porque cada mortal deambula en las madrigueras que quiere. Y yo volveré a caminar por las mismas rutas que me conocen. Los bares del mundo tienen reservada una mesa para mi y mis historias. Las cantinas fueron las encargadas de hacerme sacar todas las lecciones posibles.
Me he sacado de encima muchos personajes. Recuerdo cuando a Musolini lo mataron, mucha gente hizo un desprecio. Es ese mismo desprecio que quiero conocer, tratar y madurar.
Hace muchos años me dijeron que para partir con una caminata siempre hay que dar un primer paso. Mis palabras fueron y serán lo más sencillo que tengo porque la mediocridad en la que me desenvuelvo sólo autoriza las metáforas desgarbadas de las borracheras. Que me consumen.
Todo lo que tengo es por la chica más triste de esta ciudad. A ella no le gusta que hable y escriba sobre historias “añejas”. Al respecto no puedo decir nada más que hablar dudosamente, pues si no entiende “eso” de historias añejas... no entendió nada.
Inagotables son los deseos que pase rápido todo y, se aproxime el final de Kurt, Sid, Janis o Jim. Estoy atrasado y, el que lo entendió, lo entendió...
Siempre me han confundido con Gulliver, porque sin pensarlo dos veces, viajo hacia todas partes.
Un Gulliver sin su naufragio ni sus pequeñas personas que lo ataron o las incomprendidas subrealidades de aquella isla.
Debo decirles a todos los que leen estos recuerdos que agradecido me voy, me pierdo y me desaparezco. Pero no de la escritura, sino que de sus vidas. De este tipo de vidas, pues las otras, las desconozco.