sábado, mayo 26, 2007

Desafectado


Los árboles del parque San Borja fueron testigos de la historia de ese hombre que se enamoraba de esa mujer, así como casi todas las historias.

El muchacho esperaba impaciente, prendiendo uno y otro cigarrillo. Todo cambió cuando a lo lejos, su rostro se desfiguró de felicidad; a lo lejos venía caminando cadenciosamente su bella, pequeña y sensata princesa.

El abrazo fue furioso, volando desde el propio aire que ellos giraban tal como se hace volar un juego de sufridos hijos. El beso selló todo.

El bolso estilo cartero voló por los aires para luego caer en el pasto reseco. La tierra se encontraba húmeda, así como los calzoncillos del muchacho. Así, como el colaless de la chica.

Ambas manos recorrían sus rostros como si no se conocieran. Sus almas se torcían como la culebra que los obligaba a seducirse en ese lugar, a esa hora, en ese mes y es día.

Todo cambio de repente, se tornó nublado y sugerente. La ambición de ambos ojos estalló para nunca más seguir viviendo ese momento. Comenzó a hacer un frío intenso que calaba los huesos.

Las lágrimas se derramaron al instante en que me paré de esa banca. Era hora de partir y escribir sobre lo que no tengo. Sobre lo insufrible que se torna cuando no se tiene lo que se envidia. Abrí esa barra de chocolate con coco y emprendí el rumbo a una buena cerveza.

Las despedidas tienen un protocolo que se cumple al pie de la letra. Es un contrato intrínseco que firma cada individuo.

Una vez escuché a alguien decir que el amor era eterno mientras dura. Y ese beso fue eterno en mis pupilas. Aún lo recuerdo. Aún lo saboreo. Y sin haberlo dado.

viernes, mayo 18, 2007

Latinoamérica y Cerveza Negra


Mis recuerdos se están apagando como se diluye la propia esperanza de encontrarme con lo que busco por años.

Últimamente me he visto envuelto en un sin fin de especulaciones –y que como dice un piojo, son puras ideas mías-, las que me han dejado vivo hasta el momento en que se apaga ese cigarro.

A veces me pregunto el por qué todo es tan distinto como alguna vez lo dije y prometí. Si me vieran riéndome de mis desgracias, otro gallo cantaría en esta barata existencia.

Ese mismo piojo plantea que el tirarme al suelo, no es una buena táctica para nada. Me dice que lo mejor del mundo es ser un “maldito pendejo” al que no le importe nada más que el reír de buena gana a cambio de nada. No sé si estar tan seguro de esa táctica pero a ella le funciona.

Es por eso que me encontraba en lo mismo de siempre –se ha hecho costumbre que baje con el último de los libros de Sabato y lo lea para seguir leyéndolo - cuando se me acerca el motivo de este nuevo vuelo.

Se llama josefina. Es argentina; hermosa y sutil. Se ha radicado en este país creyendo que le ayudará a escapar del propio. De sus temores y de un ex enamorado extremadamente aprensivo.

En su tono propio de alguien del sur de ese lugar, me dice: ¿Qué vas a tomar?

Mi reacción demoró cerca de tres milésimas de segundo antes de contestar: “una Kunstman Negra y un cenicero”.

Ella se dio cuenta de que otro ingenuo escolar de los amores había caído en sus maravillosos ojos verdes; su tes alba como la camisa del campeón del fútbol en Chile; sus largas y cuidadas uñas y su pelo completamente liso como lo es mi literatura.

Me pregunté dónde la había visto antes y quién puede recordarme tanto a otra persona. En ese momento no me esmeré en reconocer ese recuerdo o imagen fugaz que apareció y se me incrustó en mis pupilas para desaparecer al instante en que mi propia costumbre de recordar mujeres en cuerpos de otras me lo permitía.

La conversación no tardó en aparecer el mismo instante en que me comentó que vivió muchos años en El Tigre; que fue bailarina de los “Pibes Chorros”, que trabajó en Carrefur o que era hincha furiosa de la “Hiena” Barrios.

Mis estadías en ese local se transformaron en una maldita obsesión; incontrolable por mis ganas de ver pasar a ese pequeño espécimen trasandino.

Soñé que nos habíamos conocido en mis mejores momentos, cuando mi cabeza solamente tenía buenos y sabios consejos, palabras al viento y mucho glamour.

Transcurrido el tiempo ella se marchó del local dejando una estela que no la disimula ni el olor a tabaco quemado. No fue necesaria la despedida, pues nunca hubo una bienvenida.

Solamente puedo decir que ese bareto no es lo mismo, aunque Latinoamérica sigue viva gracias a Raquel; la limeña Raquel.

jueves, mayo 10, 2007

Beso Rojo


Los imanes cada vez eran más potentes en mi cabeza. No podía separar la realidad de la ficción. Me dijeron que nunca lo había podido hacer, pues mis fantasmas y fantasía se encontraban en la vereda de la esquina.
Se alojaban en mi hemisferio derecho y me punzaban cual polilla rompe el bolso de libélula. Sonreía de mala manera y pretendía viajar hacía un lugar que se encontraba despoblado.
El Periodismo era y fue mi mejor corrida. Mi vía de escape y mi salida momentánea.
Todo temblaba como en el mismo Fiordo de Aysén y mis palabras se las llevaba el viento. Mis sueños húmedos aparecían cual reto materno. Mis padre me ganaron nuevamente la partida con los Jocker que se burlaban de mi.
Quería encontrarme con casualidades suaves. Con la verdadera verdad de la que habla Fito o con mis fantasmas. Todo estaba donde mismo. La botella de agua se había acabado y mis pupilas sonrientes por los alucinógenos no se enfocaban.

Ese beso fue más potente que nada...

miércoles, mayo 02, 2007

Una Rosa


Me contaron que las prostitutas en Bruselas, tienen una rosa roja en la cabecera de sus camas. Ese gesto representa que ellas, al igual que los sacerdotes, pueden guardar secretos.

Esa idea me pareció lo más romántico que habían escuchado mis ojos en los últimos años. En tanto que mis orejas seguían sintiendo firmemente esa pasión desenfrenada por escuchar y ver historias que pudiesen transformarse en una nueva alma gemela.

También me dijeron que alguien habitualmente despertaba con muchas mujeres en sus sabanas de azulejos brillantes. La misma prostitución de esos actos son lo que actualmente lo tienen convertido en un ser portador de millones de recuerdos. Sus amigos hablan de eutanasias.

Y aquí me encuentro, esperando que aparezca una nueva prostituta que me haga deslumbrarme en cada mañana. En cada ocasión que se me despierten las neuronas muertas.

Cuando era niño, vivía en un rincón desconocido. Hoy aprendí que ese nicho era mi propia imaginación. Actualmente prefiero seguir caminando con la cabeza agacha. Para no engatusarme con ojos mentirosos.

Descuidaba aquellas flores que se vestían con hermoso colores. Y las damas de compañías se apoderaron de sus sonrisas.

Terminé la noche leyendo a Pablo Mackenna y su libro Cuarenta Noches. Allí aparece una frase que dice que las putas no dan besos, porque con esa misma boca, besan a sus hijos.