jueves, enero 14, 2010

Comprador

Las ganas de escribir aparecieron de inmediato. Fue mucho el tiempo que dejé reposar cada frase, cada idea, cada momento. Mire y observé fielmente la realidad que me mostraban mis ojos. Parado en la esquina de la Alameda, allí muy cerca de la calle Miraflores, esperaba silencioso el llamado a mi celular.

Las micros llenas de micróbios con caras de sueño no veían nada de mis intenciones. Algunas parejas ebrias pasaban por el lado mío, y me pedían alguna moneda para continuar su desenfreno. Yo quería creer que las utilizarían para regresar a sus hogares. De seguro, sus padres no podrían dormir.

Conté un par de malandrines que miraron mis zapatillas, mi bolso cruzado y mis bolsillos. De seguro, ellos se enteraron que no sería una presa fácil, pues la calle te enseña no a solamente caminar de un lugar a otros, mirando al suelo... la calle enseña a mirar hacia el cielo.

Tras el llamado telefónico, tomé un taxi muy luminoso. Le dije al conductor que debía ir a tu casa. Él supo absolutamente seguir mi camino...

El silencio de la canción del grupo "La Noche" me hizo reír solamente para mi. Pues ya sabía en qué terminaría toda esta historia. Presupuesto realizado antes de comprar un poco de cariño.

Al llegar a tu morada que no es lila, bajé del móvil no sin antes pagar la "carrera". El conserje movío su cabeza en señal de salud y no hizo alarde alguno de preguntar quién era o dónde iba!!!!

Aquel pañuelo azul que rodeaba tu cuello fue el testigo privilegiado que tras una larga espera, un cuerpo desnudo merece una factura pagada. Una factura de sexo.

lunes, octubre 20, 2008

Piolin, muerte viviente...


Apareciste como en la humedad de mis ojos....

Fuiste un espectro viviente...

Mi intención era un cigarro...
apareciste...

Dijiste cosas que no escuché...

Tú bretel fue más fuerte...

No vuelvas a hacer eso...

No supe qué decir...

Tenías el pelo más largo....

Pero la misma cara sonriente...

Recordaste mi hombría....

Adyacente....

Espero poder verte, sinceramente...

Menos alcoholizado...

Pero más sonriente...

jueves, octubre 09, 2008

Fumando espero...


“Fumando espero”...

Esa fue la frase que me dijeron en la esquina.
Yo estaba fumando y soñando que caminaba lejos.

El ruido dejaba huellas poco visibles.
Corría rápidamente para que no me alcanzara ese viejo anhelo.

En los bolsillos no tuve nunca esperanzas.
Incongruencias puras y non sactas.

Le mentía a todos y en cada segundo.

Quise ser una pelota de trapo que llegara al cielo y mi madre miraba mis desconsuelos.

Movía la cabeza y se lamentaba.

Preferí seguir trabajando en mi literatura...

Muy distinta a esto...

lunes, mayo 12, 2008

Des-cuecado


Otra vez me fui infiel. A mis lealtades, a mis fantasmas, a mis audiencias de corte ingles y mis salvados temporales. No cabía la angustia, ni los llantos de expertos, las metáforas reconocibles y los sueños despiertos.

La radio, la televisión, el Internet y el tiempo, me hacían cómplices de esos infiernos. Calmados por simple convicción, y enamorados por pura pasión sin un tiempo.

Coplas de un cantor sin guitarra, sin la efusión arriesgada y las historias desechadas. Víctima de las circunstancias, de un buen beso, o de las mismas sustancias.

Cabeza agacha me destierro, en todo momento, en todo lugar y en muchos supuestos. Enceguecido por la luz, de aquellos buenos cuerpos, que se reían por la noticia de Curepto.

Cobijados en las sabanas de recuerdos, sumergidos en sus oriundos pretextos.

Me despierto y pienso en ella. En las caricias a destiempo, en los cuernos del toro hambriento, en la fatiga de la última noche, y n lo bueno, y en lo malo que nunca fue cierto.

viernes, mayo 02, 2008

Vox Populis


Me moría por saber que pensaba. Dónde estaba, qué hablaba, cuándo lo decía, cómo lo decía y a quién. Me angustiaba el no verla. El no saber de ella. El degustar sabores irracionales. Sentirme victimario de un delito no cometido. De una blasfemia absolutamente irracional.

Al deseo prohibido. A una cara de princesa triste, llena de mentiras y tentaciones tácitas.

A esa altura de la noche, me cansaba despertar en unas piernas femeninas, pero ajenas. Subidas de tono, donde la carne es más degustáble que en una parrilla, con cerveza y amigos.

Volvía a sentirme como siempre. Sumido en un descomunal mal gusto. Obviado por la comunicación sin mensaje ni emisor.

Los días pasaban como los de Tucker. Ese que se transforma en un Donjuán siendo un “Don nadie”. Cómo explicarlo. Como aceptarlo. Como verse nuevamente en una cama desconocida después de un par de piscos sour.

Me recordé por un instante de tantas de ellas que dijeron “espérame, voy y vuelvo”. Me imaginé una historia en que era el ganador de las entrevistas y donde la profesora de turno me comía a pedazos, despacito, con música ad hoc.

Sin querer me idee un vox populis donde la historia era yo y mis fantasías.

sábado, abril 05, 2008

De Traje Café


El camino debía comenzar donde lo dejé. En una calle desencantada, oscura, triste y desmejorada. Pero no fue así. Nunca me enfadaba por esas raras situaciones que se parecen al caos más engreído que Olguín pueda conocer.

Mi eco me respondía las mismas cosas que antes. Eso de esperar por las posibilidades y los esfuerzos suele ser un buen discurso periódico, pero nada más.

Y allí me encontraba y allí se encontraba. Vestía maravillosamente, como nunca la había visto. De café, traje de desastres incólumes. Europeos de cuello y corbata.

Mis jeans azules y desgastados, mis zapatillas onda juvenil, sucias y rotas; clásicas poleras que ya cumplieron su vida útil, bolso cruzado, chaleco onda “Mister Rogers”, agua en una botella, caminar rengo, silenciosos y cadenciosos y en ocasiones un cigarro en la mano.

Y allí estaba ella. Silenciosa, esperando algo, esperando a alguien que no eras tú. Ni tampoco yo. Hola, dijo cuando se aproximó a mi sitio. Hola contesté como un gentleman a la antigua.

Me puedes decir la hora, preguntó. Las siete veinticuatro, volví a contestar. ¿Dónde queda la calle Santa Victoria?, consultó al instante. De avenida Matta, tres o cuatro cuadras, debes caminar derechito por Portugal.

De no conocer Santiago ni levantar la cabeza al momento de cruzar la calle, ella sería un despiste de mis ojos...

domingo, marzo 16, 2008

Claudia


Doce años pasaron después de la separación voluntaria. Algo que la vida y el destino conocen perfectamente. Para eso han venido a este mundo, para eso reposan tranquilos en sus sillones de mármol. Beben su licor y conversan, quizás con la Pachamama...

Dormido estuve despierto. Trabajando en ese frente televisivo. Plagado de escamas, recordando tus fotografías vacacionales. Tus nuevas palabras, tus nuevos gestos. Esa risa furiosa. Esos molares característicos. Las manos cuidadas. El fin de este planeta. Aquel “Mañungo” escuchado en la vitrola inexistente.

Tras esa casona plagada de hombres y mujeres que soñaban el ser grandes y poderosos; cada uno con sus riquezas a cuesta; niños burbujas y con ecuaciones en su baile, el café y uno que otro cigarro, fue la isla de resistencia de este solitario naufrago.

Me reía a carcajadas por ese de la motocicleta y su pasión descomunal de precoz calentón. De los anacronismos de colegio; de más mulatas en los vasos. Por la hermana de uno de ellos; de mi, de ti...
De nuestro plan silenciosos y mentiroso. De tú rostros de niña ejecutiva; de lo rubia que saliste y de lo morena de llegaste.

Me reía por haberte encontrado, de tu correo electrónico, de tus verdades, tus tatuajes desaparecidos, del paraíso, de tus amores “reales y no tantos” de tú calculo matemático, de tu nula literatura; de tu conciencia por el privilegio que significa ser aquella “claudia” y no otra persona.

Aletargada por todo y maravillosa por otro poco; de tus mundos posibles; de tus fantasías, de la música que escuchamos y de los recuerdos de desamores...

Me sonrojaba con la aparición del rencuentro y del vértigo que sentía mi cabeza; pensé en un nuevo sueño, en una nueva realidad, en sentirme netamente un bufón que danzaba entre sábias dulces y hogueras.

Pensé en los cielos y en el ciprés que debe crecer bajo el firme roble, pensé en una lámina y sus sueños que canta en el poeta. Ese maldito que me recuerda a Carolina...

Me cuestioné de la mano de la vida, la que puede contener los corazones y permanecer juntos, pero no demasiado juntos. Pensé en pilares separados, en fatigas, en cansancio, en el alcohol, en un poco de sexo, en la posibilidad de vivir en una misma ciudad y no encontrándose jamás.


Al amanecer, camino a mi hogar, el café me seguía acompañando. El servicentro que colinda con Diagonal Paraguay, amaneció junto conmigo. Huía de ti, de tu fascinante historia de niña a mujer...

Huía de un mundo en que el amar puede doler, y que el amor de un reencuentro en más fuerte que lo que no pudo ser.

Nuestro reencuentro se produce en el mejor momento. Ambos estamos en otra partida...