martes, junio 06, 2006

No Todo está perdido: La otra Superpotencia eres Tú. (Cap. II)

A pesar de tanta pobreza material, estas mujeres muestran en sus relatos una gran fuerza para rescatar la alegría. Por aquellos años y en época estival, la forma como planeaban sus paseos es otro de los temas trascendentales en este relato. Juntaban sabanas en desuso, las que ocupaban como improvisadas carpas, además de víveres los que llevaba a sus lugares de descanso.

Hacíamos un saco de pan amasado y nos emplumábamos a Cartagena. Llegábamos a la estación y buscábamos los buses piratas y cada una pagaba su pasaje y metíamos a todos los chiquillos, los más chicos en brazo, los demás por el pasillo o sentados en la puerta de atrás

El camping “La Amistad” en San Sebastián era el lugar visitado por este grupo de mujeres, zona que se caracteriza por sus “dunas” a los pies de la playa, especial para la entretención de los niños.

Recuerdo que había una laguna con agua no apta para bañarse, pero no teníamos otra alternativa menos peligrosa y la disfrutábamos a concho. La comida la hacíamos por turno y cada uno corría con el gasto del día y en la noche sacábamos las cuentas y todas poníamos iguales, sin fijarse en el número de niños. Se acercaba la gente a nuestra fogata y así pasaban los 10 días que habíamos planeado hasta donde nos alcanzaban las monedas y con mucha pena volvíamos a la realidad.

ENCUENTRO CON LAS RELIGIOSAS.

Sin duda, uno de los relatos más significativos de Aída Moreno, fue el encuentro que ella y su organización tuvo con un grupo de misioneras francesas. Las Hermanas de la Misericordía llegaron en el momento preciso, puesto que fueron una ayuda más en la creación del Centro de la Mujer.

Estando en plena participación en la Parroquia Jesús Carpintero se les comunica la llegada de las Hermanas de la Misericordía. Ellas eran una congregación de Misioneras muy comprometidas con los pobres y con ganas de trabajar con la comunidad. El encuentro con las europeas fue visto por las mujeres como la posibilidad de trasmitir la experiencia ganada hasta ese momento. Con la visita de las religiosas, llegaban los deseos de conocer para poder servir.

Fueron muy respetuosas con nosotras ya que lo primero que les planteamos fue nuestro interés por la Organización y participación de la gente en los grupos populares que estábamos impulsando. Hasta ese momento ya habíamos logrado formar el de mujeres, grupos de salud, de arpilleras, ollas comunes, pastoral obrera, bolsa de cesantes, comunidades de base, siendo estas últimas las mejores escuelas para hacer frente a la cesantía, represión, falta de salud, violencia o hacinamiento que vivíamos en momentos de dictadura.

El aporte de las Hermanas de la Misericordia fue fundamental para este grupo de mujeres pobladoras ya que ellas llegaban a Chile con importantes recursos económico. En tanto que las mujeres aportaban con las ganas y la garra para luchar por el espacio físico.

Aquellos años no conocíamos la palabra proyecto, sólo hablábamos de sueños, sentencia la entrevistada.

Nadie se atrevía a escribir, ya que todas teníamos baja escolaridad. Yo me atreví a pesar que tampoco tenía estudios medios, pero creo que Dios me dio la capacidad o el “don” de plasmar mis sueños compartidos por tantas mujeres.

Cuando redacté el sueño, dije que las mujeres pobladoras necesitábamos una sede con dos salitas; una para las mamás y otra para los niños para que no quedaran en la calle o solos en la casa. Hoy pienso que ya tenía una visión asertiva al velar por la integridad de la infancia, estábamos haciéndonos cargo de una responsabilidad social.

En ese tiempo Chile estaba en la mira de las noticias, y llegaba mucha solidaridad desde el Extranjero. Recuerdo que llegué a la casa de las Hermanas con mucho temor a dejar el escrito que había hecho en nombre de las mujeres, al llegar a casa me recibió la hermana Jacqueline, ella me dio muchas esperanzas al recibir esta petición expresando con sus gestos mucho apoyo, entusiasmo y mucha fuerza para nuestros desafíos.

Por aquellos años Aída Moreno encabezaba varios grupos de Mujeres, El Nueva Esperanza (anterior Huamachuco), el Gestación, el grupo de salud, el de olla común, catequesis, El Momupo, y parte de un taller de video con el grupo Proceso siendo director Hernán Mondaca y Ximena Arrieta.

El grupo Gestación lo formé en la capilla Emmanuel en 1985 con el apoyo de la religiosa Anita Curtis. Invité a las madres de los niños que habían terminado catequesis del cual había sido animadora del grupo de padres. Acordamos empezar a juntarnos una vez por semana. El grupo fue bautizado como “Gestación” porque sentíamos que algo se estaba formando y que seguiría creciendo. En esos años estábamos bajo la dictadura, y la Iglesia Católica se las jugaba por apoyar a las personas que sufríamos de diferentes formas la represión.

La Iglesia fue muy criticada por el compromiso social que tenía con la gente. Yo tuve el respaldo mi trabajo social ya que la Iglesia Católica fue la que me saco del encierro después de haber sido allanada en forma selectiva por la “DINA”. Después del Golpe fueron los sacerdotes los que hicieron posible la salida de la casa y empezar a recuperar la confianza entre los vecinos.

Grande fue la noticia cuando un día la hermana Jacqueline Ford les comunica que la Hermana Patricia Mac Democ había hecho su primera donación para la compra de la actual “Casa de la Mujer de Huamachuco”. Ella hizo esa donación antes de someterse a una intervención quirúrgica al corazón.

Un matrimonio había construido una pequeña casita, estaba recién terminada, pero esta pareja no podían tener hijos y estaban a punto de adoptar una hijita por lo que querían vender esa casa, y cambiarse a otra comuna donde nadie los conociera para llegar con su nueva hijita. Ahí mismo compramos y parte la primera Casa de la Mujer de Huamachuco.

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