Es solo un Número

Una mañana cuando las musas despertaban de sus propios sueños, levanté la cabeza para mirar el desastre que tenía y me percaté que jamás me he dado cuenta de la vida que hay afuera de mi hogar.

Las barreras de mi propia indolencia son más fuertes que las ganas de mi marchita existencia en los corazones de la gente que dice quererme.

Esa es una de las frases que más me gusta decir, porque se las he repetido a mis amigos dueños de manos maestras. El virus del miedo de aquella mujer que los han tratado mal, ya no me impresionan en lo absoluto. Mi rebelde sin causa hoy me está pasando la cuenta. En cada momento y sin anestesia.

Pero mis amigos se siente satisfechos con cada centímetro que pisan sus zapatillas, porque sus alas han vuelto a encumbrarse cuan Juan Salvador Gaviota. Quizás ya no sienten ese verdadero amor que alguna vez lo hizo humillar a su propia existencia. Ya no espero aquella pizza con peperoni que acostumbraba a degustar en las tardes de alguna playa del sur de nuestro país.

La vida me mató cuarenta y cinco mil quinientas treinta y ocho veces. Así, como el poema de Floridor Pérez. Ahora soy ese hombre que buscaba una nueva oportunidad de fotografiar la misma trascendental foto que suplico no volver a mirar nunca más.

En esta semana me he sentido un teléfono que no para de sonar. Un rey sin corona. Una espina clavada en un corazón. Un hombre que conoció lo que es volver a perder una oportunidad. Con aquella señorita amiga de Freud.

Y tu duermes mientras la ciudad llorar por las lacrimógena que le tiran los carabineros a los estudiantes. Espero que mañana cuando nos encontremos en algún bareto, se despierte mi propia locura, porque comprendí que no quiero ser propiedad de ninguna falda.
porque sucede que la vida me ha matado y no tiene reparos para hacerlo cinco mil quinientas treinta y ocho veces más...