jueves, mayo 25, 2006

A Mi Blanca Flor...(Gracias por sus Carbonadas)


Muchos son los recuerdos que vienen a mi cabeza, hay olores, sabores, gestos y consejos. Como olvidar por ejemplo mi despertar un día domingo cualquiera, escuchando a la señora Alodia Corral y su clásico programa de tangos. Eso mis amigos no se olvida, como tampoco se olvida el resto de esta historia que a continuación les relato...

Empezaba el año 90, ya hace trece años atrás, yo vivía en una población típica de Santiago, caracterizada por borrachos conocidos, vendedores de drogas, putas baratas y también gente de esfuerzo. Era más bien una población olvidada, con una calle principal rota y erosionada por el correr de las micros. Era una población relegada por la municipalidad.

Mi abuela Blanca era, es y será hermosa, tierna, rechoncha y pequeñita, con una mirada dura y un peinado estilo señorita de los años veinte. Su olor a carbonada recién hecha lo siento por todos lados, incluso ahora que me separé de ella por destinos de la vida.

Al escribir este relato veo su mirada, sonriente pero gruñona, ya han pasado tantos años que no la noto y aun la recuerdo, intensa, penetrante como reclamando por lo injusto o lo no valorico, como soñando a ser mujer. Por algún instante siento que vuelvo a ser un niño dispuesto a ser mimado por esta bella mujer y malcriado por el destino.

Sus manos regordetas y viejas le otorgaban una altivez humilde de mujer trabajadora, de mujer padre y madre, de mujer de esfuerzo y sueños, de mujer luchadora, de mujer chilena, de una mujer que crió a sus hijos (mis tíos y tías), con la más exquisita carbonada, así como lo hizo conmigo y mis sueños.

Cuando cumplí doce años recuerdo que una imagen venía corriendo rápido hacia donde estaba yo, ahora de viejo comprendo que era mi adultez, esa misma que ahora niego tajantemente y por completo con mis actos de “chico rebelde” y que les expongo en este relato dedicado a mi Blanca Flor.

Este texto no quiere sino que enaltecer a esa bella mujer que por años alimentó viva la ilusión, mi ilusión, a esa mujer que me enseñó valores, principios y matemáticas. Como olvidar esos maravillosos coscorrones que recibía cuando inconscientemente tiraba mi pelota a su jardín y rompía sus claveles, rosas, lechugas y violetas, como olvida a esa mujer que crió a once de mis tíos y por supuesto crió a la más importante, mi madre.

Como olvidar a esa mujer que soportó a los militares en su casa y dormitorio, tan solo por esconder lo que para ella era honesto, así como lo es para mí ahora. Como olvidar esas historias que hacían volar mi imaginación, historias relatadas con sentimiento recostados en su antiguo colchón, historias de amor y dolor, historias de aciertos y errores así como la vida misma. Historias de golpes propinados por el amor de su vida o historias de cenicientas provocada por familiares en sus años mozos.

Un día por ultima vez vi a mi abuela, la misma que trató de corregirme y no pudo, o más bien dicho se canso. La misma que me amó con todo el amor que tenía y sabía dar, la misma que me alimentó después de mis manadas deportivas con su sabrosa y delicada carbonada.

Fue en una mañana, una lóbrega mañana que ya no quiero recordar, la blanca se levanto de su añoso colchón, me tomó y apretó fuerte con sus rechonchos brazos, dejándolas marcadas en mi piel, con esa noble acción comprendí que el amor era malo, con eso comprendí que el amor es triste, con eso comprendí que el amor es solitario.

Me puso de pie, secó mis lágrimas, desordenó mi cabello, miró mi cara y dijo.

- ¡Tienes que venir a verme algún día! Te quiero mucho hijo. !Te quiero mucho mi niño!

Ahí comprendí que ya nunca más la vería, esto por que mi adultez ya se había apoderado de mí, obviamente tendría menos tiempo para otra vez saborear esa fresca y humeante carbonada, obviamente no tendría tiempo para una veterana del siglo diecinueve pero con un peinado de los años veinte. Se supone que debía tener más tiempo para carretear y drogarme con mis amigos, debía tener más tiempo para pololear o conquistar lolas, ese era el preámbulo final de mi niñez y el comienzo de mi adultez.

Era el final de esos recuerdos, de esas enseñanzas, de esos amores, en ese momento comprendí que era el momento de caminar solo por distintas calles erosionada por las micros que circulan sobre ellas, comprendí que no almorzaría por ejemplo y que solo me conformaría con un cigarrillo, comprendí que si quiero carbonada debía hacérmela yo.

He tratado de ser lo más digno y consecuente con mi destino, gracias a mi abuela comprendí que mi cariño vale la pena, gracias a mi abuela deje de llorar, gracias a mi abuela estoy estudiando y no me drogo. Mi abuela en este momento debe estar tomando té con canela, quizás no debe tener parafina en su estufa o posiblemente le deba estar preparando una carbonada a su nuevo acompañante, su perro “Lucas”

Lamentablemente hay muchos niños que jamás verán sus ojos, como yo los vi, jamás tendrán esa maravillosa oportunidad de llamarla abuela, tampoco tendrán esa dicha de probar esa carbonada. Muchos de esos críos jamás tuvieron abuela, quizás nunca rogarán a Dios que llegue a su lado cuando mis manos y otras tres más, abrasen y carguen con dolor extremo su ataúd.

He tratado de ser el que no pudiste corregir o malcriar, pero sabes que abuela, comprendí que cuando viejo, me gustaría ser como usted.

2 comentarios:

Lilo dijo...

YO DIFIERO, YO VOTO POR EL ARROZ DE "COLORES" Y LA GRAN VARIEDAD DE COMIDAS A ELECCION, LAS QUE ME CONVIRTIERON EN LA MUJER MAÑOSA QUE SOY HOY... Y ME PIERDO RECORDANDO LAS MALDADES QUE HACIAMOS EN EL BAÑO... CUANDO LA VIDA ERA FACIL Y PARECIA QUE EN LA CASA DE LOS LAGOS-ROJAS... NUNCA NADA MALO NOS IBA A PASAR.
CUANDO ERAMOS PRIMOS Y HERMANOS Y JUGABAMOS TODO EL DÍA... CUANDO LA CASA DE LA BLANCA FLOR ERA NUESTRA CASA, NUESTRO PUNTO DE ENCUENTRO...
AL MENOS NOS QUEDAN LOS RECUERDOS.
LA VIDA SIN RECUERDOS... DEJA DE SERLO

Partituras Inconclusas dijo...

la vida sin recuerdos se transforma en solo una monton de recuerdos.

La vida con recuerdos es mucho mas que lo otro.