
Otra vez me fui infiel. A mis lealtades, a mis fantasmas, a mis audiencias de corte ingles y mis salvados temporales. No cabía la angustia, ni los llantos de expertos, las metáforas reconocibles y los sueños despiertos.
La radio, la televisión, el Internet y el tiempo, me hacían cómplices de esos infiernos. Calmados por simple convicción, y enamorados por pura pasión sin un tiempo.
Coplas de un cantor sin guitarra, sin la efusión arriesgada y las historias desechadas. Víctima de las circunstancias, de un buen beso, o de las mismas sustancias.
Cabeza agacha me destierro, en todo momento, en todo lugar y en muchos supuestos. Enceguecido por la luz, de aquellos buenos cuerpos, que se reían por la noticia de Curepto.
Cobijados en las sabanas de recuerdos, sumergidos en sus oriundos pretextos.
Me despierto y pienso en ella. En las caricias a destiempo, en los cuernos del toro hambriento, en la fatiga de la última noche, y n lo bueno, y en lo malo que nunca fue cierto.