jueves, octubre 12, 2006

Grosera felicidad...

Al levantarse al día siguiente, nada era igual. Las caras de los pobladores seguían pidiéndome explicaciones por lo funesto hasta ese momento. Lo hermoso de la incertidumbre es que su juego se trata de apocar las más groseras propuestas de felicidad.

De pronto sonó el teléfono. Del otro lado de la línea le seguían molestando aquellos desagrados con color a mujer.

- Hola, me dijeron.
- Hola, conteste.
- Cómo estás
- Bien, replique.
- Estás súper comunicativo. ¿Estás enojado conmigo?, me preguntaron.
- No lo sé, contesté algo confundido.

Fue es el momento en que, amigablemente debía despedirme de aquella historia que aun me persigue como los sabores de una carbonada hecha por una señora con peinado de señorita de los años veinte o como un maldito helado de un lugar concurrido en la calle Manuel Montt. Un helado de muchos colores.

- ¿Cómo no lo sabes?, siguieron avisándole la despedida.
- Lo he venido pensando me da vuelta en la cabeza. Y no llego a ningún lado.
- ¿Y por qué habrías de estar enojado?
- Es que son muchas cosas. Sabes, lo que tengo planeado en mente ya lo comencé...
- ¿Que cosa, enojarte conmigo?
- Olvídalo quieres, contestó como queriendo cambiar la situación.

Los entusiastas jóvenes vilipendiados por la vida habían decidido robarse cada último mensaje, cada última vivencia. Encostrándose en una de las propias maneras enfrentadas por el quehacer o en una buena forma de escapar entre las nebulosas del espacio oscuro...

- Me ha traído algo molesto y creo que es mejor que actúe así... lejos, impugna el muchacho que se echa volar.
- No po´... (replica juvenil e informal).
- Pero si tú estas feliz. Haciendo cosas y tienes tu vida armada. Yo sólo la destruyo, así que es mejor.
- No, me contestaron furiosa.

Y el rigor de cada palabra hacía estragos es un enraizado corazón. Sin duda, se quería conquistar cada monte y cada meollo, se urgía la necesidad de comerse con los ojos en este margen de nobleza.

- Sólo te debo el disco, dijo persistiendo en su opción.
- No po´ (otra vez ocupa el chilenismo), yo no quiero perder contacto contigo.
- Ya lo hiciste, dijo en una noche de torpe casual o en otra vida.
- Tú eres malo -le dijeron contando cada una de las desfavorables verdades- Ok, no te molesto más entonces.

- Es mejor para todos... apuntó seguro de lo que afirmaba.
- Ok, aunque no estoy de acuerdo, creo que no es la mejor manera de afrontar las cosas. Yo te quiero y me duele mucho perderte; tampoco te puedo obligar, le expusieron con los ojos tristes.

Y ambas soledades volvieron a irrumpir entre la muerte que se consumía tras las llamas incomodas y desabitadas de millones de melodías perdidas por accidentes inusualmente jadeantes.

- De verdad que lo siento mucho. Y me duermo con un sabor amargo y con pena. ¿Sabes porque? Porque al final decidiste abandonarme...

Nunca más volvió a dimensionar esa mentira...

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy buena historia.

Lilo dijo...

Algo de real??
Bien, siempre hay algo de realidad o no??

Anónimo dijo...

Que espectacular pluma tienes. Me dieron esta dirección para que revisara las historias.
Todas son variadas, siempre hablas de otros, de ti y de los demás. Me encantó haberte conocido. Ahora tendras a una nueva fiel lectora.

Anónimo dijo...

Lo de ayer, estuvo sencillamente espectacular...

Espero que nos volvamos a encontrar. Tú sabes donde.

Besos...

Anónimo dijo...

Donde te metiste?

Danos un poco de ti a todas las que necesitamos de esas metricas dichas en tu espacio.

No te hagas el leso, sé que no quieres hablarme porque te sentiste incomodo el dia viernes, pero quiero decirte que Francisco es solo un viejo amigo que fue a mi casa implorando un trago para olvidar.

Tienes el derecho en mi por sobre cualquiera.

La del viejo Barrio...