sábado, agosto 12, 2006

Morfeo...


Repasando mis propias narraciones, me doy cuenta que no puedo parar de escribir con pena y el sueño es lo que me mantiene vivo. Pero esa angustia que me embarga no es precisamente una dolor que nació de un hecho puntual, sino que con el paso de los días se va acrecentando como una fuerza malévola que no me deja pernoctar en paz.

Quizás una solución para este deshonesto preexistir, sería dormitar todo el día pero honestamente no creo que sea la salida. Para muchos la zozobra de este Adán que camina por el mundo con las costillas intactas fue producto de su propia forma de vivir.

La cuestión es que no pudo dejar de lado las interrogante que me persiguen cual deuda sin pagar. Con preguntas a medio responder o simplemente palabras al azar.

La fuerza de mis vocablos redactados, son sin duda, el motor que necesito para resistir en este cosmos que me mata sin pensar en el daño que produce.

Los puñales que mi maleabilidad me provoca, son más afanosos y más poderosos que las balas que disparo en las noches cuando deambulo por cantinas que no tienen nombres. Buscando lo que jamás encontraré, pues eso, está en las extremidades del dueño de los sueños. Su nombre es Morfeo.

De niño me enseñaron que en la mitología griega, Morfeo, que en griego Μορφεύς, de μορφε morphe, significa “forma”; era una deidad onírica. Ese gran maestro me instruyó que según ciertas teologías antiguas, él era una suerte de gobernador de los Oniros, los mil hijos engendrados por Hipnos, generador del sueño y Nix; la noche. Curiosamente era hermanastro de Tánatos, la Muerte.

Ese pedagogo que dormía a mi lado, me hizo conjeturar toda esta historia a los diez años; edad en que estos temas no le interesan a nadie. Me ilustró que se le simbolizaba con alas que agitaba rápida y silenciosamente, condescendiéndole ir volando a cualquier rincón de la tierra vertiginosamente.

Morfeo se encargaba de inducir los sueños de quienes dormían y de adoptar una apariencia humana para aparecer en ellos, especialmente la de los seres queridos (de ahí su nombre), permitiendo a los mortales huir por un momento de las maquinaciones de los dioses dañinos.

Cuando releí que Morfeo duerme en una cama de ébano en una cueva sutilmente iluminada, rodeado de flores de amapola, no pude dejar de imaginar tu vida de esa manera. Finalmente mi abuelo me dijo que fue fulminado por Zeus por revelar los secretos a los mortales.

Con toda esta historia llena de morfina, recordé que en una etapa de mi vida también fui un Morfeo que velaba el sueño de una diosa. Siempre bajo un foco que me iluminaba, como a los sueños de millones de mortales.

Mucho tiempo ha pasado y ahora el llorar sin lágrimas se ha transformado en mi vía de escape a lo ajeno que estoy de los milagros de mis amistades. Pensé que el reciente lunes moriría nuevamente.

Pero los ángeles que me acompañan me mandaron a un singular aliado para que me insistiera en que no todo está perdido y se puede renacer. Mal que mal, creo en eso y lo he hecho miles de veces. Y por la misma causa.

Quiero que todo el mundo sepa que espero no morir sin haberle dado las gracias a todos los que me ayudan a dar un paso más en este mundo lleno de calamidades.

Espero no morir sin procurarles las aposturas a mis padres, que me lo han dado todo y jamás me lo cobraran. Por otro lado, está mi hermano y su sinceridad a la hora de mal decir por lo que insistentemente innovo.

Mis recuerdos, también me ayudan a dar caminatas libres e intranquilas por las calles de mi gran ciudad. Pido personas que jamás aparecerán. Exijo peculios que no poseo y rememoro que el tiempo se estanque en cada filo de la Marcoleta emponzoñada y angustiante.

No quiero vivir con el cansancio de espiarte en cada lugar que recorres, porque no es honesto para los que me han salvado no siendo héroes.

Hace muchos años dije que un amor violento me quitó las ganas de sonar y para una caminata de mil años siempre hay que empezarla con un primer paso. Pues, bueno, espero dar ese primer paso.

...pero desde la vereda que me corresponde.

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