sábado, julio 08, 2006

Magnifica Retórica...


Hoy escribo borracho. Como siempre lo he hecho. Y quiero decirte que no te acercaste. Jamás lo hiciste. Esperaste a lo venidero. A eso que no tenía dueño. Con esa cara de princesa odre. De soñadora impensada.

Lloraste conmigo una nueva historia de dragones bastardos que se inmaculaban con cada lágrima que florecía de nuestros ojos cansados; de camas desechas por un éxtasis más noble que la misma garganta de un soprano.

Ondulas de milagros que consumieron mis portazos y de los demás han sido por más de veintisiete años lo esencial para convivir con las ataduras de penetrantes sucesos. De magnifica retórica muerta por mi mala ortografía.

Y las melancolías abundan en todos lados; me sonríen y me acompañan, en todos lados y me preguntan que dice el aire; ese libro que no respiro. Ahora quiero saberlo todo y negarme cien veces a experimentarlo. Porque la fatiga de mi lisiado corazón es lo que añoro recuperar, para volver a perder.

Porque sabes que lo he perdido todo. Dejé de ser ese muchacho de la hermosa chaqueta de cuero y me convertí en el hazmerreír de mis amigos. Ese badulaque que añora las oportunidades que no legaran por más que las busque. Y se esconde en la poesía mejor regalada en libros llenos de metáforas.

Ese que se confunde con barata nicotina enemiga de mis maltrechos pulmones. Y lo esencial es invisible a los ojos. Quiero ser tu asesino para que quede algo mío en ti... aunque sea por un momentito. Porque eso será lo que añoro en cada gota de rocío que caiga desde el cielo hasta mis hombros, mientras estas durmiendo en los brazos de uno que te cree fiel con migajas al vuelo, con malditas mentiras.

Y lo reconozco ante los cuatro vientos. Soy un mentiros que constantemente está falaciando con vuestra historia. Con sucesos que no tienen nombre ni protagonistas.

Quiero que veas que en tú piel tersa y rosada que se ve amargada por las historias robadas de princesas borrachas. Que cantan canciones de trovadores muertos por la nicotina que llega a sus pulmones y se esconde una burla insipiente de mi rostro. Un maldito amor que no quiere desaparecer como tantos hombres que desaparecieron en dictadura.

Y en cada nueva borrachera llena de mujeres te encuentro. Y apareces como la maldita que sació sus ganas de un buen coito regalado. Un sexo más notable que la propia escritura.

Y a esta hora quiero que sepas que no soy tu amigo de esos que deambulan por las interrogantes vestidas con falditas largas y pañuelos al viento. De esas mujeres de ropa costosa y anillos de brillantes. O de esos caballeros que son irreverentes y depresivos.

Ha cambiado mi vida en el silencio largo de las noches, en un suspiro de aquellos, de esas princesas borracha que no tienen nombre y que no se acercan a otro par.

Por eso quiero que me dejes tranquilo y no me satures con tus mensajes en mi trasnoche. Nunca más quiero llegar a tu casa y hacerte sentir mujer. Porque ya no quiero más mujeres que me agobien y me hagan sentir que todo lo que soy es un dilema.

No soy digo para nadie. No soy digo para un trabajo en la tele ni para salir con mis amigos a conquistar mujeres. No soy digo para el Periodismo ni para mi familia. Quiero ser el mismo hombre que se enamoró de una puta el día e que decidiste irte para nunca más regresar.

Mi abuela está muriendo y no me vio en matrimonio. Mi abuelo gastó todas sus fuerzas en enseñarme a ser hombre. A veces me caso porque no entiendo al llamado “sexo débil”. Me pregunto que es lo que quieren. Un amigo verdadero que daría hasta lo que no tiene con tal de una caricia acompañada con una sonrisa o millones de mentiras por el chat...

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