¿Y Qué Más...?

Y están por venir a cada instante. Cada palabra y cada final te harán sentir una nueva vida. Lejana. Sin ojos.

Y ahora me doy cuenta que es porque soy solo un marginal que incomoda a todos. Una suerte de opacador de sonrisas. De sueños y promesas rotas, por los ojos más hermosos que mis trascendencias han visto.

Y mis ojos necios de algún bello consuelo.

Y la ansiedad es mi amiga inseparable. Ella duerme conmigo y hacemos el amor con desenfreno todas las noches. No me reclama, pues llegó a mí, desde el día en que se percató que habías tomado tu equipaje de mano y te habías marchado.

Y aquella pizza aún está en la mesa, y en la terraza está el rompecabezas que nunca terminaste. Mi amiga ansiedad produce cada palabra que piensan mis ebrias neuronas, es una suerte de cuando estés acá, con un espacio por que luchar.

Y nuestras propias guerras nunca han llenado a nadie. Porque jamás pude comprender lo que pasó y que fuiste absolutamente todo lo que un maldito quiere tener.

Y como dice la frase de una canción: “Me dediqué a perderte... y me alejé mil veces...”. Y fue eso lo que descubrí. Que escribes con las palabras y que miras a tu alrededor y no encuentras las posibilidades para ser feliz.

Y no puedes dormir por aquel capricho con nombre de niño bueno. Por aquella incansable batalla que lograste con tus pupilas. En abriles y también en marzos.

Y los vientos se cruzan y se apabullan en cada atajo lúgubre y desabitado.

Y todos nos reímos por la muerte que reacciona como una laucha oscura y fatigada. Con cada té que nos tomamos en esta ciudad. Una intemperie de funerales que se cruzan en lo oscuro y en lo plantado.

Y del bolsillo saco el humo que necesitan mis amigos. Ese que había dejado y que nos hace reír. Para pretender a los seres humanos y que estos me siguen y me sirven. En la esquina de mi barrio...

Y espero que no sea lo último. Las palabras me queman.