lunes, abril 10, 2006

¿Hay Profesión más Hermosa?

... A mí me gustaría que mi hijo fuera periodista.

¿Hay acaso otra profesión más hermosa?

Me gustaría que pudiera registrar el diario acontecer, porque los hechos y las ideas fluyen como una corriente tibia y nada hay más agradable que sumergirse en ella y empaparse de conceptos y de representaciones de panoramas y sucesos. Pocos deleites pueden compararse al que produce el escuchar a la gente que sabe y a la gente que siente.

Quiero que sea curioso. Que observe al paso del sol por las esquinas y que sea confidente del viento. Que mire todos los días al mundo como si éste hubiera sido inaugurado el día anterior, descubriendo el juego de las luces y las sombras.

Quiero que sea un hombre que practique intensamente la más preciosa de las libertades y que lo haga de manera responsable y discreta. Que sea optimista, que lance su corazón hacia la altura y que lo siga.

Quiero que más allá de las noticias, las ilustraciones y los títulos vea siempre el rostro ansioso del hombre de la calle.

Quiero que sea un periodista: un profesional que, como decía don Carlos Silva Vildósola, aprenda a compensar su modestia económica con el hecho de ser millonario en satisfacciones. Que ayude a transformar la parte del mundo donde le toque vivir y a salvar el paisaje y que a la hora de las celebraciones renuncie a toda posibilidad de ser considerado protagonista y se conforme con la maravillosa condición de ser testigo.

Quiero que ame las palabras, ladrillos con los cuales tendrá que edificar todos los días un trozo de la historia. Que no olvide que Jesús nos advirtió que el día del último examen tendremos que dar cuenta de toda palabra ociosa.

Que no sea inoportuno y que sepa que la actitud comedia y respetuosa puede más que la porfía y la amenaza.

Me gustaría que fuera periodista para que aprendiera a caminar con soltura por los senderos y vericuetos por los cuales trajinan la paz y el amor cuando las calles anchas están ocupadas por el riesgo y la violencia.

Quiero que actué de buena fe y que parta siempre de un bien entendido: todos tienen sentido, razón, entendimiento y juicio. Nadie es propietario exclusivo de la verdad o la belleza.

Esta profesión, a veces vilipendiada, reclama sacrificios, tenacidad, amor, sobre todo amor. Hay que enamorarse de ella. Y es curioso, pero ese amor enamorado no oculta sus defectos y sus peligros. Quiero, en fin, que sea periodista como lo fueron Mateo, Marcos, Lucas y Juan, esos cuatro reporteros que escribieron el más hermoso de los reportajes, contando la historia de Dios hecho hombre.

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