jueves, enero 14, 2010

Comprador

Las ganas de escribir aparecieron de inmediato. Fue mucho el tiempo que dejé reposar cada frase, cada idea, cada momento. Mire y observé fielmente la realidad que me mostraban mis ojos. Parado en la esquina de la Alameda, allí muy cerca de la calle Miraflores, esperaba silencioso el llamado a mi celular.

Las micros llenas de micróbios con caras de sueño no veían nada de mis intenciones. Algunas parejas ebrias pasaban por el lado mío, y me pedían alguna moneda para continuar su desenfreno. Yo quería creer que las utilizarían para regresar a sus hogares. De seguro, sus padres no podrían dormir.

Conté un par de malandrines que miraron mis zapatillas, mi bolso cruzado y mis bolsillos. De seguro, ellos se enteraron que no sería una presa fácil, pues la calle te enseña no a solamente caminar de un lugar a otros, mirando al suelo... la calle enseña a mirar hacia el cielo.

Tras el llamado telefónico, tomé un taxi muy luminoso. Le dije al conductor que debía ir a tu casa. Él supo absolutamente seguir mi camino...

El silencio de la canción del grupo "La Noche" me hizo reír solamente para mi. Pues ya sabía en qué terminaría toda esta historia. Presupuesto realizado antes de comprar un poco de cariño.

Al llegar a tu morada que no es lila, bajé del móvil no sin antes pagar la "carrera". El conserje movío su cabeza en señal de salud y no hizo alarde alguno de preguntar quién era o dónde iba!!!!

Aquel pañuelo azul que rodeaba tu cuello fue el testigo privilegiado que tras una larga espera, un cuerpo desnudo merece una factura pagada. Una factura de sexo.