domingo, marzo 16, 2008

Claudia


Doce años pasaron después de la separación voluntaria. Algo que la vida y el destino conocen perfectamente. Para eso han venido a este mundo, para eso reposan tranquilos en sus sillones de mármol. Beben su licor y conversan, quizás con la Pachamama...

Dormido estuve despierto. Trabajando en ese frente televisivo. Plagado de escamas, recordando tus fotografías vacacionales. Tus nuevas palabras, tus nuevos gestos. Esa risa furiosa. Esos molares característicos. Las manos cuidadas. El fin de este planeta. Aquel “Mañungo” escuchado en la vitrola inexistente.

Tras esa casona plagada de hombres y mujeres que soñaban el ser grandes y poderosos; cada uno con sus riquezas a cuesta; niños burbujas y con ecuaciones en su baile, el café y uno que otro cigarro, fue la isla de resistencia de este solitario naufrago.

Me reía a carcajadas por ese de la motocicleta y su pasión descomunal de precoz calentón. De los anacronismos de colegio; de más mulatas en los vasos. Por la hermana de uno de ellos; de mi, de ti...
De nuestro plan silenciosos y mentiroso. De tú rostros de niña ejecutiva; de lo rubia que saliste y de lo morena de llegaste.

Me reía por haberte encontrado, de tu correo electrónico, de tus verdades, tus tatuajes desaparecidos, del paraíso, de tus amores “reales y no tantos” de tú calculo matemático, de tu nula literatura; de tu conciencia por el privilegio que significa ser aquella “claudia” y no otra persona.

Aletargada por todo y maravillosa por otro poco; de tus mundos posibles; de tus fantasías, de la música que escuchamos y de los recuerdos de desamores...

Me sonrojaba con la aparición del rencuentro y del vértigo que sentía mi cabeza; pensé en un nuevo sueño, en una nueva realidad, en sentirme netamente un bufón que danzaba entre sábias dulces y hogueras.

Pensé en los cielos y en el ciprés que debe crecer bajo el firme roble, pensé en una lámina y sus sueños que canta en el poeta. Ese maldito que me recuerda a Carolina...

Me cuestioné de la mano de la vida, la que puede contener los corazones y permanecer juntos, pero no demasiado juntos. Pensé en pilares separados, en fatigas, en cansancio, en el alcohol, en un poco de sexo, en la posibilidad de vivir en una misma ciudad y no encontrándose jamás.


Al amanecer, camino a mi hogar, el café me seguía acompañando. El servicentro que colinda con Diagonal Paraguay, amaneció junto conmigo. Huía de ti, de tu fascinante historia de niña a mujer...

Huía de un mundo en que el amar puede doler, y que el amor de un reencuentro en más fuerte que lo que no pudo ser.

Nuestro reencuentro se produce en el mejor momento. Ambos estamos en otra partida...

viernes, marzo 07, 2008

Pistolas y Rosas


Variadas fuentes directas me comentaron que debía tener cuidado. Que la fragilidad de mi espíritu era lo más importante.

Nunca me fue fácil el acercarme a nadie. Me olvidaba de las tácticas; me despreocupaba de las estrategias. Se me acababan las palabras y el regreso siempre fue la mejor de las excusas.

Las amistades controlaban mis tiempos; mis horarios, mi felicidad y todas las promesas de fidelidad.

Nadie jugaba ese campeonato en el que los olvidados éramos el capitán del equipo. Las pocas ganas no me hacían regresas a ese comienzo. A esa instante. A ese mutilado músculo irrigador de meteoritos.

Al momento de escribir todo esto, los truenos me asustaban como al infante. Imaginaba que un rayo caía desde el olimpo de Sísifo, me golpeaba y no me permitía terminar esto.

El pavimento era como un noviembre que oí hace muchos años; con zapatillas blancas, jeans ajustados, un poco más de pelo y poleras con una flor y una pistola.

Todo esto para decir que la maravillosa que coleccionaba canciones, dejó de llamar.