lunes, julio 31, 2006

Grabado...


Hoy estoy un poco triste, porque la vida echó a bajo todas las esperanzas de reencontrarme con fantasmas que aún rondan en mi triste caminar. Quiero hacer las cosas bien. Por eso que soy duro y no me río con frecuencia.

Y está no es una de esas frases cursis y cadenciosas que tanto me gustan, sino que es una real muestra que cuando abro mi boca, no paso inadvertido.

Eso era lo que me contaba Andrés. Un tipo demasiado cercano en mi cabeza. En algunas ocasiones lo llame Martín o Renato, a secas. Ok, para los que lean esto, quiero contarles que por primera vez voy a escribir algo en este Blog. Algo que no me es indiferente.

Porque ya no quiero saber más de nadie y me conformo con caminar por las calles del centro no conociendo a nadie. Y quiero que llegue alguien que me recoja, me de una taza de té caliente, toque mi cara y me diga: Ok, todo acabo. Llegue para salvarte y no soy una heroína. Solo lo hago por gusto.

Miro hacía el cielo y las nubes están cada vez más negadas a un vientre. Por eso me río solo cuando después de cada ocaso, las primaveras te siguen llevando lejos de mí existir y te reafirman lo que existió y no debió morir nunca. Mi cabeza dice otra cosa, porque no debió existir jamás.

Quisiera ser un aprendiz de hechicero para sacar de mi sombrero un conejo y que este pusiera huevos llenos de chocolates para ti y los tuyos. O tal vez buscar la manera de extasiarte y hacerte cambiar el mundo. No es justo que solamente uno de los dos haga eso.

Porque nada más quiero que llegar a ese ocaso en la calle “Blas Cañas” y comenzar con mi eco del pasado que aún repercute en el presente. No quiero más vértigos en mi cabeza y que las ventanas sigan lamentándose y mirando por la Marcoleta resfriada.

Después de un mensaje en mi celular, decidí caminar para encontrarme quizás con un desquiciado mental que me fusilara el intestino delgado o me diera una pateadura de puta madre. Más que mal quiere hacerlo hace rato.

Ayer me auto conté la fábula del Edelweiss. Me aute enseñé que este nombre no era sólo un notable bar argentino que queda en las calles “Libertad con Corrientes”, sino que en realidad era una flor que sólo crece en las altas cumbres de la montaña y que sus hojas blancas son frágiles pero capaces de resistir los fríos del invierno.

La leyenda cuenta que cuando un hombre quería demostrarle el amor a una mujer, subía más de 2.500 metros para traerle una. Con eso, quise darme cuenta que no tengo los zapatos de alta montaña y que ya no me corresponde el ir a buscar una de esas flores.

“Así que si tu eres Tulipán, yo soy Edelweiss”, me dije. Nos quedamos sentados en el oscuro Bustamante. Me abracé fuerte y nos quedamos dormidos. Pegado en aquella banca, frente a aquella luz dejé grabado un nombre.

jueves, julio 27, 2006

Mal sueño...


Me encontraba sentado en uno de los deslucidos bancos en el sexto piso de la Posta Central. Porque la muerte rondaba a mis amigos. Un libro de Benedetti acompañaba la esperanza que los balazos fueran la excusa necesaria para olvidar la borrachera anterior.

Camillas iban y venían como asegurando que nada estaba escritos en algún libro de la facultad donde improvisábamos el estudio. Hombres y mujeres de blanco parecen panaderos de la salud. Caras tristes. Caras cansadas. Caras llenas de mugre, sangre, apositos, yodo y muerte.

Y tu madre lloraba desconsoladamente la lamentable situación acontecida. Tu novia miraba cada cuadrito de las paredes; los contaba y en ellos buscaba las respuestas esperadas. Tu padre no paraba de fumar cada cigarro de su cajetilla... y de la mía.

Sentado junto a mi libro de Benedetti quería saber la mejor noticia de todas. Esa que me diría que estabas vivo, que saldrías mañana. Que podrías seguir amando a tu mujer. Que volveríamos a buscar la revancha al mismo local de trasnoche. En ese que nos habían matado a los dos.

En el Santiago nocturno que tanto nos gusta, llueve muy fuerte, creo que es la primera lluvia de este invierno que se nos viene encima. En el piso, al lado de cuatro asientos hay una pequeña puerta con una ventana entre abierta.

De ella sale luz. Y música. Los llantos de tu madre se escuchan a lo lejos. En ellos escuchó a tu hijo que te dice: papito, no te vallas sin despedirte.

Me dice: tío porque fueron a matarse en vida. Olvídense de todo y sonrían como los niños lo hacemos.

Marco Antonio Solís suena de fondo.

Son la doce treinta. Tengo mucho sueño. El libro de Benedetti me acuerda de aquellas manos y aquella mujer. Pienso en viajes e historias.

Hasta que te vi pasar. Vestías el típico delantal blanco que usan todos los funcionarios de la salud chilena. Eres morena, ondulada, y de hermosos ojos. Grandes pestañas, labios rozados. Por momentos me hiciste recordar a Britney Spears.

Sentado tan cerca de ti y no nos conocimos, o quizás no se pudo. Por un momento grité que ese recinto insalubre era hermoso. Suave. Tú tostado de niña rica asistente del solarium. Te acercaste a esa ventana y dijiste:

- Hola señora María, como está.
- Bien mijita y usted – te contestaron.
- Tiene Bextra en 12mm. Y tiene apositos.
- Si – te contestaron de nuevo.
- Quiero cuatro de los dos, porfis...

Y me miraste. Me percaté. Sentí que mi corazón palpitó más rápido que de costumbre. Y te fuiste y me mentí nuevamente.

Los sollozos de la progenitora de Renato eran una oda a los escritos. Las madres perdonan siempre. Soñé un tec, cerrado. Para ocupar ese tal Bextra.

Fue en ese instante en que desperté mirando al techo; la pierna derecha destrozada, con quince puntos en mi cabeza y con la boca llena de vidrios...

martes, julio 25, 2006

Si te mueres antes que yo...

Si te mueres, me muero contigo porque me gané ese derecho antes que nadie. Lo busqué un dia de abril de hace muchos años. esa fue la salida más inmediata para el cansancio que llevaba en mis hombros. Quizás era un reencuentro con los que antes llegaron a solucionar sus propias preguntas. Si desapareces antes que yo, nunca nadie más le volverá a ver la sonrisa y la alegría a este triste caminar...

Mientras te marchabas dos cuadras de distancias de mi, presentí que nada había sido más importante que los ojos y mi delicadeza al decirte que eres la mujer más pesada del mundo.

Me quedo tranquilo porque la mano de uno que se hace llamar Dios te acompaña a todos lados. Te bendice en cada instante, porque a él le sirves. Le demuestras que la humanidad no fue uno de sus errores. y que fue oportuno que descanzara al séptimo día.

Y ya sé, que me ocultas tu mirada detrás de los ojos del amor. Yo no peco de ignorancia porque aunque no puedas mirar, estaré en tu camino. Se bien, que es difícil esa ruta que te ha mandado recorrer ese que se hace llamar Dios; quizás te extienda la mano y se acuerde de tu ser camino al paraiso. Espero que sea pronto y en tu hogar.

Desde muchos años ruego que no pierdas las esperanzas que el destino te quitó. Arrancando la ilusión de tu razonable corazón.

Lo que inevitablemente queda es que me quité un día de mi vida para verte siempre sonreír. Porque no puedo darte computadores ni viajes a Valparaíso. No debo preocuparme de los condones ni de nada que se le parezca. Ya no me corresponde aparecer.

Ahora espero a que se rompan las cadenas que te impiden hoy vivir. Pido a ese enemigo que adquirí de niño a que se extinga el miedo de esta vida y que ese hombre con cara de niño batalle junto a tus padres por salvarte.

Creo que está obligado en devolverte la expresión y la alegría a tu caminar.

Y yo estaré allí donde tú estés. Quizás tú dormirás en los brazos de un amigo y si un día te vas, esa mente que me mostró distinciones se fundirá con los versos de esta historia llena de mentiras.

Si te mueres antes que yo, guárdame un lugar.
... que llegaré pronto.

domingo, julio 23, 2006

Ombligos...


Y hemos vuelto a hacerlo. Siempre remato mis ganas de mujeres en su ombligo. Esa pequeña cuenca que me llama a degustarla con una muy caliente lengua. Olores y sabores aparecen instantáneamente cuando después de frotar mi sexo en tu cuerpo llegó a ese pequeño amigo.

La conversación de mi lengua con los ombligos parece la de dos premios nobeles de literatura. Se comunican perfectamente y bailan al rito del movimiento de nuestras caderas. Sudorosos cuerpos que se desenvuelven en una instancia. Nada más que una instancia.

Para después despedirse y olvidarse como tantas veces lo han hecho. Y verse en la calle y no reconocerse.

Olvido la última vez en que aparecieron esos miedos y desabrochando una cremallera relegué ese saludo tan particular.Lo he hecho mil veces. Simplemente porque me gusta bailar en esa nave de olvidos llamada excitación.

Camino por Santiago y esas mujeres me muestran su sexualidad viva. Pero nada me importa más que los ombligos. Orificio lleno de vida. Donde el cordón umbilical de tu madre te alimentó y fluyó una nueva mujer a este país.

Una gran amante o simplemente otra degustación para mi lengua. Comprendí que uno que se hace llamar Dios me ha invitado a caer mil veces. Los misterios de tus ojos me hablan tantos períodos como los de vuestra menstruación.

La canción más triste que he escuchado últimamente se ha vuelto un hits de aquellos que te abandonan simplemente cuando suenan en mi equipo multidigital. Jamás me han besado mi ombligo. No lo permitiría porque esa sensación la regalo a la que me aguante en esa performance. Actualmente son pocas.

Una vez me dijeron que me recomendarían como amante. Nunca lo he creído, porque me jacto antes mis amigos que mi sexualidad es simplemente lo que aparece en mi carnet de identidad. Quizás soy un poco mezquino en confesar que he venido al mundo a hacer felices a la s mujeres que me aguantan y no aburro.

Bajo rápido desde tu cuello hasta esa zona, que con los años se ha trasformado en una suerte de recuperación de lo prohibido. Y el fornicar no importa más que la propia esperanza de llegar a esa luna. Esa luna llena de epopeyas románticas y sensaciones más inexplicables que la misma matriz.

Hoy por estos días, mi lengua llora desconsoladamente en los parques chilenos. No ha encontrado un nuevo ombligo. El sol se ha posado fuertemente sobre la punta de mi cabeza. Y digo a los siete vientos que extraño todos los ombligos. Sin ellos, mi lengua no dice nada.

sábado, julio 22, 2006

Desde la piedra infeliz...


Me llamó poderosamente la atención un escrito que aparecía en la llamada “Piedra Feliz”. Todo esto en la quinta región. Había sido firmado por un tal Pedro Martínez o mal conocido como “El Suicida de la Piedra Feliz”.

Decía: “Ella tiene buenos recuerdos para tragarse las tardes lluviosas. Yo prefiero tirarme al mar, para sacármela de la cabeza...”. Y allí acabó todo.

De regreso a casa esperaba encontrarme con alguna esperanza, con algún perro vago o simplemente con un par de lanzas de poca monta para hacer más atractivo el trayecto. Pero no ocurrió nada.

Solamente caminábamos en esa fría tarde de invierno por el parque Bustamante, mi chaqueta de cuero, mis bolsillos sin dinero, mi adolescencia olvidada, luces de esta ciudad llena de luces, olores a fresas o herraduras, mi mala fortuna y yo.

Ahora que estamos empezando con un final y las lágrimas se apagaron de mis ojos, me doy cuenta que lo importante se encontraba en alguna parte de mi habitación. Así lo decía el texto de Quevedos.

Yo no era ese guapo e insoportable hombre de las comunicaciones que no se jacta de haber hecho muchas cosas. Al carnaval de un nuevo comienzo no asistí. Y preferí pagar por un amor más fácil. Esos amores que se degustan y después se desechan. Como la goma de mascar más dulce del negocio, como aquellas papas fritas artesanales o millones de confites con sabor a fresas, sandia, o tutti fruti.

Me perseguían esas desagradables manifestaciones de mis neuronas en todo momento. No me dejaban tranquilo y me reclamaban por no dar ese último beso y emprender la retirada de ese corazón jurista. Javiera nunca más volvió a llamar. Esa fue su señal o como a ella le gustaba decir: “lo que queda”.

Porque me doy cuenta de que ya no recuerdo tus palabras cuando nos sentamos a comunicarnos. Porque cada herida aún no cicatriza y yo mismo soy el insano que abre otra.

Mi amigo Periodista tenía razón cuando llegó a mi casa después de la cita con la muerte y me dijo: “Los hombres como tú, no sirven para nada. Los amigos como tú no son mis amigos...”.

Después de que las flores se han marchitado, mis orejas ya no soportaron el frío de la noche de esta ciudad iluminada y mis piernas decidieron no dar ni un paso más. Ayer caminaba sin rumbo fijo, después de las cervezas con el club de Tobi. Llegué a mi casa con aquella imagen que me regalaron el día anterior. El teatro estaba cerrado y no quería ver ni una película más.

Reconozco que ya me lancé al mar, para olvidarme de esas tardes lluviosas y sacarte de mi cabeza...

jueves, julio 20, 2006

Mi corazón desnudo...


El poema decía algo así como “te daría tantos besos como niños nacen en la India”, y estaba escrito en un papel viejo que mi padre guardaba entre recortes de diarios y revistas amarillentas. Algo así como fósiles literarios.

Esos eran sus pequeños tesoros, sus bellos recuerdos de esos años en que vivió como si fueran los últimos que le quedaban, y en que se armaba de la fuerza necesaria para estar vivo frente a la vorágine de la muerte.

El nunca cuenta nada. Cada cierto tiempo viene alguno que otro amigo de esos años a la casa, y hacen recuerdos alegres, como si nada de eso que les arrebató amigos, que les provocó dolor, que los hizo vivir en el borde del miedo y que los hizo enamorarse de mujeres que estuvieran dispuestas a perderlo todo, fuera algo duro.

Incluso, algunas veces le ha dicho a un par de ellos que fueron sus mejores años, que la gente que conoció y con los que compartió todavía mantiene el mismo brillo en los ojos. Una de ellas es mi madre, quien cumple esa doble condición.

En esos recortes viejos hay también una tarjeta. Es rara, parece una postal y tiene todo el estilo new wave de esos años, en que lo lana se cruzó con lo oscuro y colorido de lo post punk.

En ella aparece una muchacha que mira al frente con un rostro marcado por la ambigüedad, donde su sonrisa no se sabe que indica. En el reverso mi padre esbozó una hermosa dedicatoria donde nos expresa (a mi madre y a mí) con esas estructuras literarias que sólo él sabe elaborar, algo que cada vez que leo es como si viajara en el tiempo hacia esos años.

En esa misma caja de recuerdos hay unas fotos en blanco y negro, donde la belleza se instala como una tarde de invierno. Allí estamos todos, allí están esos amigos que ahora no son viejos, pero que ya no son jóvenes.

Allí están otros textos con historias increíbles. Allí descansan unas palabras que mi madre sólo entiende y unos nombres ficticios que todavía ocupan cuando hacen sus recuerdos. Allí están, también, algunas cosas que él le llevaba a la cárcel a ella.

Junto a esos papeles están los discos (cassettes en su mayoría) que se compraron por primera vez juntos, o que se regalaron en distintas oportunidades.

En algunos de ellos hay unos pequeños elementos que algo evocan: un estuche de palillos de comida japonesa, un papel que dice TE AMO, una boleta del Mulato Gil, un ticket de un concierto de UPA, un afiche de Electrodomésticos... y más.

Son recuerdos. Son parte de mi historia. Es lo que cada cierto tiempo busco para entender lo que hoy ocurre. Son pequeñas cosas que no se han perdido, que se mantienen como la foto de este muchacho, que puedo ser yo, que pudo haber sido mi padre, o que representaba la belleza particular y perdida de esos años.

Hoy todo es distinto. Yo no tengo recuerdo de nadie. Ni siquiera de los buenos momentos, tampoco de los malos. Ya pocas cosas me importan. Prometí no volver a escribirle a nadie pero sé que es imposible, porque Santiago es un pañuelo y en cada rincón de éste me encuentro con esos fantasmas.

Que me asustan con una sonrisa y después de marchan.

miércoles, julio 19, 2006

Tú Amor y Mi Odio...


Después de haber amado tanto a alguien no es raro sentirse desilusionada. Quizás me daría lo mismo un beso de otra mujer. Los cuerpos me saben extraños, sus manos; siempre recordadas cuando te tocan se pierden en el olvido. Ya no camino contigo o por lo menos me separo y la verdad no sé si eso me gusta, creo que aún té extraño. El tiempo hace milagros. No creo en ellos. Pero té extraño, como en el pasado pero ya no tanto.

Estoy resignada, lo reconozco, aunque igual fuese mi error, jamás te perdonaría. Tu falta fue más grave que mi desliz. Tus caricias ya no son las mismas de antes, cuando nos sentábamos en aquella plaza a mirar las palomas y a soñar que el amor era nuestro único tema.

Aunque veo que sigues siendo hermosa y cada vez que te vea he de repetirlo. Mi cuerpo lo diría. Mis ojos lo dirían. Mis manos reclamaran lo que absurdamente creyeron de ellas. Tus besos solo me saben a carne. Me estoy sintiendo sola. ¿Con quién he de congraciarme ahora?

La verdad es que tu engaño, fue más grande que cualquier reclamación de perdón. Nunca debiste haber herido mi corazón, porque mi centro te amaba. En silencio, sin tapujos, sin decir nada más que un te quiero. Y ahora yo, sola en mi escritorio leyendo a Borges y pensando en ti. En tus manos, en tu rostro. En tu cuerpo masculino. Me quedo.

¿Amiga? Mi cuerpo buscaba el tuyo, mi vida ya no era mía. Al árbol de mis sueños le llegó su otoño y mi flor, mi flor ya no tiene pétalos. Tus besos solo saben a carne. El tabú de tu vida aún me intriga. Ya no es necesario que lo sepas. Tus besos me saben a carne.

Me siento consolada, cansada de amarte, (Sí es que te amé). Me estrello contra el piso y caigo de mi nube de dolor. Me ha acompañado la eternidad de mi amor. ¡Creo! De tu amor, que en realidad siempre fue mío.

Sabes una cosa, fuiste eso de mi vida. Ahora eres un bello recuerdo que se diluye y se desparrama como una gota en el cemento. Yo te quería, yo te apreciaba. Tú eras mía, yo era tuya. Ahora somos dos perfectas desconocidas, y verte pasar, me hace mal. Aunque seas lejana y en silencio, pero no me duele porque tu me enseñaste a decir Adiós.

Conectada a la lluvia, espero la partida. El principio de mi absurda vida sin ti. Sabes otra cosa, me siento sola, pero en parte olvidada y tus besos solo me saben a carne.

martes, julio 18, 2006

Tragos y Sueños...


Se mezclaron el alcohol y los sueños. Como tantas veces lo había hecho. Llegaron desde una colina nevada donde se encuentra el mismo ardor de una batalla. Donde los alpinistas clavan su bandera representativa. O donde los militares lograron su victoria.

Y ese sueño y ese alcohol me hacían no creer lo que me estaba viviendo. Aquella noche en donde las gaviotas poblaban el río Mapocho buscando un poco de alimento contaminado.

Tú sonrisa se hacía invisible como mi propia canción de alegrías confundidas. Porque nada era cierto. Quizás estábamos dándonos una muestra de afectos embriagados.

Los dos señores que crecían en esa helada banca de la plaza Ñuñoa necesitábamos del otro. De ese desconocido con chaqueta de cuero o de esa princesa filosofal.

Esas soledades que se acompañaban, carecían de poemas blancos y se momificaban con el desagradable ruido de la gran ciudad. Eslabón que está drogado por la vorágine computacional o la droga más fuerte fusionada con barbitúricos.

No valemos nada... era lo que repetíamos en silencio, para después mirarnos y sonreírnos de verdad. Brindábamos con la cebada de un costoso trago, en una fría noche donde los amores estaban donde corresponden.

La policía asechaba el lugar como buscando excusas para lograr mi detención. Sabían que próximamente mi final estaba tras la celda. Tras esa helada celda de cemento, ladrones y desquiciados conductores que cometieron el mismo daño a sus vidas. Con la diferencia aberrante de que sus nombres no han sido pisoteados por sus amigos. Ellos no se transformaron en el hazmerreír de sus feligreses.

Olía el cadáver de uno que está muerto hace rato. Se peleaban por solicitar mi credencial de chileno. Esos ojos llenos de lágrimas no entendían ni media palabra, porque miraban los sonetos de otro afortunado.

Era el momento de las despedidas.

Todo acabó cuando un momento más tarde abrí mis ojos y me di cuenta que no eras tal. Fue el celular y su alarma que me lo indicaron.

lunes, julio 17, 2006

Un silencio bien llevado es un olvido...


Entre las navajas dentales traía un cigarrillo. Mis dedos expertos, manejaban ese palo llamado taco. Esos labios marcaron lo que en el final de sus días fue la única posibilidad de sonrisas. La muñeca le tiritaba. La voz del silencio empezó a estorbarle tras tantos minutos de espera. Le deje los bolsillos sin dinero.

Mil veces he pensado en lo felices que están los muertos al no decir nada. Ni siquiera necesitar respirar. Ellos están tirados en un calabozo familiar esperando una nueva visita y ese incomodo olor a rosas.

Porque un silencio bien llevado es un olvido. Y las palabras son un viento mudo. Como las cenizas que se caen de un olvido. De un cigarro a medio terminar o un amor inconcluso.

He creído que el silencio puede ser un revolver que se dispara solo. Pero las imágenes más importantes de mi vida se han ido. Se marcharon. Las olvide.

Sigo aburrido vigilando las caras de los chilenos que me acompañan en mi sueño de esperanzas. De caminar sin rumbo fijo. De hielos secos en un vaso de alcohol puro.

Me he marchado de tu existencia como el final de una canción cadenciosa. Ese olor a podredumbre no se arranca y me acompaña en cada mirar cómplice, en cada sonrisa abandonada.

Porque siento que una vez más he muerto. No valgo nada. Ni en pesos, ni en dólares, ni en liras o yenes; mucho menos en U.f´s.

Y mi colchón esta intacto. Nunca más lo volví a ocupar. Dejé de someterme a la cocina y preparar el plato que te gusta. Ahora me conformo con un helado de 680 pesos. O un maldito cigarro que se me aproxima en cada horizonte perdido.

Nunca más te escribiré. Porque jamás entendiste ni media palabra de los que dije. Mis síntomas literarios fueron olvidados cuando el amor exigió una oportunidad para alejarse de mi corazón. Y cobijarse en otro más feliz. Menos agresivo. Acompañado y en silencio.

Nada está escrito. Este texto puede que muera justo cuando sea publicado. Porque el vate dejo de serlo y se transformó en un alcohólico más de la ceremonia. Dejé de ser ese que botas puestas manejó rumbo a lo desconocido, con la inexplicable posibilidad de encontrarnos.

Las putas lloran esta despedida. Los animales bautizados inteligentemente en una puesta de sol brillante se retuercen en su tumba.

Porque el silencio que amo en este momento es el consejero espiritual que necesito. Es una puesta de sol al lado de un animal que te espera.

Es la sonrisa más próxima a tu rostro. La mirada cómplice de cuatro ojos que se aman. Esos petardos que prenden en el fin del año serán nuevamente la suma fatigosa de un nuevo engaño.

De mis ojos brotan palabras inquietas. Se expanden por todo mi rostro. Mojan mis pupilas como habitualmente logras proponerlo. Quizás sea conveniente emprender mi partida. Nunca más una sonrisa será la esperanza de encontrar adolescencia. Los papeles están firmados y el adiós queda como siempre...resignado.

sábado, julio 15, 2006

Mirando por los Cristales...


Ayer cometí un nefasto error para mis pretensiones sociales. Creo que tropecé de nuevo con aquella misma piedra que me ha carcomido innumerable de veces mi desgarrado corazón.

Negándome a toda posibilidad de sentirme la “noticia” y queriendo solamente ser el reportero o ese triste mal periodista, me acerqué a esa misma mesa, pedí el mismo vaso y volví a repetir aquella amarga canción.

Recordé cuando creía que tomando todo el alcohol del mundo me harían olvidarte mientras estabas en los brazos de ese hombre con cara de niño bueno, encontraré aquello que perdí hace algunos años, mirando desde un inmaculado soporte.

Y después de esa noche, apareces y dejé de creer que en que nunca había visto unos molares, caninos e incisivos como los que nos ofreces a los que desde la otra vereda miramos tu cara por los reflejos que encontramos frente a tus caninos, molares e incisivos.

Y respondiste: No, ya hay mucho de la vereda del frente. Y yo riéndome con los recuerdos en aquella mesa y con ese vaso te dije que es precisamente allí donde estoy, todos los días del año, en frente y mirando por los cristales.

Caminando por Providencia, de regreso a mi casa en la agripada Marcoleta, me encontré de frente con unos niños. Me pidieron fuego para prender su cigarrillo. Pensé que se tabaco sería lo único digerido por esos estómagos hambrientos. Apareció la canción de Fito, ese “11 y 6”.

Cargando con esas maletas, cambiamos esos cigarrillos por un sándwich con jamón. Esos ángeles desaparecieron en lo que tardaron de digerir ese sándwich, no sin antes regalarme un abrazo solidario. Sabían que estaba más triste que ellos.

Esos ángeles simplemente tenían hambre.

miércoles, julio 12, 2006

Sangre Fatídica...

Fue aquella final que me ratificó,
Mi más dolorosa noticia...
Esa noticia que el reportero,
No redacta.
Te marchas.

Te haz ido y para siempre,
Para no volver.
Para nunca más decir,
Te amo mi amor, mi amor real.

La luz de aquella etapa,
La siento tenue.
Distante. Eso no me agrada.

La noche es mala,
Porque regreso a aquellas historias,
Las de mi musa. Triste.

Y tú en los brazos de otro,
Mejor, distintos.
Feliz y cobarde.
En una vida presente,
Completa, llena de fantasías,
Y estrellas, suaves.

De aquel que te merece,
De aquel que te ama,
De aquel que te entiende,
De aquel que te acepta.

Y el invierno cayó en mi ventana,
Sucia, de tabaco. El más asido fumado.
Y te miro, y me vez.
Te hablo y no contestas.
Aquel saludo arrepentido.

Acércate a mí, quiero verte.
A lo lejos, en la otra calle.

En la que habitamos nosotros,
Los sin alma...

En la que te dejé, con tus historias,
Y con tu gente.

Con tus alegrías y con mi suerte,
Aquella, en el sur, en un tal,
Arauco, escondido.

En aquella, en que morí,
Sangre, fatídicamente,
Así, de repente...

martes, julio 11, 2006

Sudar...

Mi cuerpo y el tuyo,
Unidos por el sudor,
De nuestros cuellos,
Y manos.

Que conocen,
Las nuevas cuencas,
De un nuevoamor.

Aquellas manos que recorren,
Lo desconocido.
Raudamente,
Se transforman,
En un puñal,
Que gozo.

Dime por favor,
Que otro hombre,
Será el dueño,
De tus ansias.

Y que yo como siempre sentado,
En mi balcón imaginario,
Esperaré,
A que pases,
Levantes tu mirada,
Y sonrías.

Allí veré,
Como te alejas,
No sin antes,
Girar tú cabeza,

Y tus ojos que hablan.
Me dirán:

…nos vemos mañana

domingo, julio 09, 2006

Solo tengo como arma a las palabras y un poco de núcleos para iniciarse...


Cada día que pasa me veo más solitario. Es por eso que el averno me espera con una silla de cristal para que junto al dueño de esa silla, lo gobernemos. Él decretará el bien y yo lo que queda.

Las nobles personas que se hacían llamar musas se han olvidado de este joven chileno que las hacía morir al momento de comentar un buen libro, para después ir a repetirlo en su dormitorio.

Leí por ahí que “Leer y fornicar son acciones semejantes y complementarias en el tenor de la pasión y de lo que pone en juego la vida del cuerpo y del intelecto...”.

Creo que eso es una gran verdad porque ahora que volví a leer a Sabato y su túnel interminable, no lo entiendo. Pasó que una suerte de ameba se me pegó en el disco procesador de palabras y no quiero aparecer siendo un vástago soberbio con tendencias homosexuales pero solo quiero decir que a las mujeres no las entiendo...

Recordaba que hace muchos años cuando el grupo “Los Miserables” cantaba el tema “Pisagua”, dedicado a los que estaban en un cuartel general y daban una orden de ser fusilados y sus cuerpos enterrados. Y aquellos soldados se quedaron con su sangre en las manos, que tuve la suerte allá en mi mocedad de encontrar a un gran maestro que me enseñó a leer con la cabeza. Para después ocupar el pene en vaginas como la tuya...

Y esta señorita de nombre desconocido me comentaba que ella también había tenido un gran maestro que le había enseñado a leer y a fornicar.

Pero actualmente cuando me prostituyo en cada momento y en el mismo boliche donde está aquella mujer que me recuerda a los que ya no están a que soy inmune a las caricias femeninas y las nuevas clientas que me exigen un poco de atención no son dignas de esa atención.

Porque dicen que son y me deben fidelidad. Esa palabra no la conocieron jamás y fue la excusa necesaria que tuvo por muchos años un tipo de mis características para prostituirse cara y adultamente.

Esos mismos lamentos son los que escucho a lo lejos y a escondidas, ya que es lo que a mi me parece correcto. Porque no soy uno de esos Gigolos italianos y seductores que con un guiño de ojo vasta y sobra para tenerte en mi catre.

Me cuesta el doble y hasta el triple. Solo tengo como arma a las palabras y un poco de núcleos para iniciarse. Y creo que es cierto eso de que no hay cosa más delicada que leer y después fornicar el libro.

sábado, julio 08, 2006

Magnifica Retórica...


Hoy escribo borracho. Como siempre lo he hecho. Y quiero decirte que no te acercaste. Jamás lo hiciste. Esperaste a lo venidero. A eso que no tenía dueño. Con esa cara de princesa odre. De soñadora impensada.

Lloraste conmigo una nueva historia de dragones bastardos que se inmaculaban con cada lágrima que florecía de nuestros ojos cansados; de camas desechas por un éxtasis más noble que la misma garganta de un soprano.

Ondulas de milagros que consumieron mis portazos y de los demás han sido por más de veintisiete años lo esencial para convivir con las ataduras de penetrantes sucesos. De magnifica retórica muerta por mi mala ortografía.

Y las melancolías abundan en todos lados; me sonríen y me acompañan, en todos lados y me preguntan que dice el aire; ese libro que no respiro. Ahora quiero saberlo todo y negarme cien veces a experimentarlo. Porque la fatiga de mi lisiado corazón es lo que añoro recuperar, para volver a perder.

Porque sabes que lo he perdido todo. Dejé de ser ese muchacho de la hermosa chaqueta de cuero y me convertí en el hazmerreír de mis amigos. Ese badulaque que añora las oportunidades que no legaran por más que las busque. Y se esconde en la poesía mejor regalada en libros llenos de metáforas.

Ese que se confunde con barata nicotina enemiga de mis maltrechos pulmones. Y lo esencial es invisible a los ojos. Quiero ser tu asesino para que quede algo mío en ti... aunque sea por un momentito. Porque eso será lo que añoro en cada gota de rocío que caiga desde el cielo hasta mis hombros, mientras estas durmiendo en los brazos de uno que te cree fiel con migajas al vuelo, con malditas mentiras.

Y lo reconozco ante los cuatro vientos. Soy un mentiros que constantemente está falaciando con vuestra historia. Con sucesos que no tienen nombre ni protagonistas.

Quiero que veas que en tú piel tersa y rosada que se ve amargada por las historias robadas de princesas borrachas. Que cantan canciones de trovadores muertos por la nicotina que llega a sus pulmones y se esconde una burla insipiente de mi rostro. Un maldito amor que no quiere desaparecer como tantos hombres que desaparecieron en dictadura.

Y en cada nueva borrachera llena de mujeres te encuentro. Y apareces como la maldita que sació sus ganas de un buen coito regalado. Un sexo más notable que la propia escritura.

Y a esta hora quiero que sepas que no soy tu amigo de esos que deambulan por las interrogantes vestidas con falditas largas y pañuelos al viento. De esas mujeres de ropa costosa y anillos de brillantes. O de esos caballeros que son irreverentes y depresivos.

Ha cambiado mi vida en el silencio largo de las noches, en un suspiro de aquellos, de esas princesas borracha que no tienen nombre y que no se acercan a otro par.

Por eso quiero que me dejes tranquilo y no me satures con tus mensajes en mi trasnoche. Nunca más quiero llegar a tu casa y hacerte sentir mujer. Porque ya no quiero más mujeres que me agobien y me hagan sentir que todo lo que soy es un dilema.

No soy digo para nadie. No soy digo para un trabajo en la tele ni para salir con mis amigos a conquistar mujeres. No soy digo para el Periodismo ni para mi familia. Quiero ser el mismo hombre que se enamoró de una puta el día e que decidiste irte para nunca más regresar.

Mi abuela está muriendo y no me vio en matrimonio. Mi abuelo gastó todas sus fuerzas en enseñarme a ser hombre. A veces me caso porque no entiendo al llamado “sexo débil”. Me pregunto que es lo que quieren. Un amigo verdadero que daría hasta lo que no tiene con tal de una caricia acompañada con una sonrisa o millones de mentiras por el chat...

miércoles, julio 05, 2006

Acróstico II

Partieron las palabras olvidadas
Antes que llegara el denso amanecer
Rústicos recuerdos nacieron
Torturando mis labios con un beso
Imaginando un nuevo nacimiento desde vuestro pecho
Testarudo, amigable, enemigo.
Unido para otros
Resbalosos en mi memoria
Amistosos y solidarios
Susurrando despedidas.

Inestable son mis sueños
Nada me tortura más que tu rostro
Celoso de vagas historias.
Occisión nefasta que llegaste
Nauseabunda como mi alma
Carcomida por señales que jamás llegaron.
Las barreras fueron más fuertes
Unas barreras fugases
Suspiran acantilados
Antes que llegue la muerte
Solidaria y necesaria.

lunes, julio 03, 2006

Me enamoré de una Puta...


No me hizo caso. Yo mismo he compartido mi soledad con una o dos putitas corazón de oro que he conocido en esta perra vida. Uno debe saber lo que quiere: sexo, vaginas húmedas y un catre donde echarse sin prejuicios. A veces una que otra caricia, cosas sencillas. Sentirla como la mina de otro, en realidad, de todos menos tuya. Jaló el gatillo igual.

Renato había sido parte de algún movimiento subversivo en los años ochenta. Luchó contra la dictadura, peleó en las calles por la recuperación de la libertad y la democracia le dio una gran patada en el culo cuando su arco iris falso se instaló en el cielo raso de su mediagua.

Colgó las banderas rojinegras no sin dolor, enterró las esperanzas de un mundo mejor al lado del Choco, un viejo quilterri que le movía la cola y lo iba a dejar al micro en otro tiempo.

Tomó un sorbo de cerveza y puso las armas en la mesa: un fusil, dos escopetas, tres revólveres y dos pistolas. Renato había cambiado la utopía por la bronca.

Compartimos dos cervezas y mientras orinábamos juntos al lado de un parrón apolillado me dijo:

-Renato, vamos al topless de la Claudia
-Estai huevón, después dejai la cagá, le dije sacudiendo las ultimas gotas de orina que me dolían en el pene.

La claudia es su mujer, o algo así. Crían a dos pendejos, hacen el amor y mantienen la mediagua que comparten con las ratas que vienen del Mapocho. Sobreviven con los asaltos del Renato y las mamadas de la Claudia. Yo le dije que no se enamorara de una puta. No me hizo caso.

Yo mismo he compartido mi soledad con una o dos putitas corazón de oro que he conocido en esta perra vida. No es malo. Uno debe saber lo que quiere: sexo, vagina húmeda y un catre donde echarse. A veces una caricia, cosas sencillas.

Lo único que tienes que hacer es no enrollarte. Sentirla como la mina de otro, en realidad, de todos menos tuya.

¿Indiferente? No. Simplemente tranquilo, comprendiendo que la mina que duerme a tu lado se come más de 30 vergas por día. Si un hombre puede lidiar con eso, todo bien. Nada más queda sentarse en el quicio de la puerta a ver como las vecinas pasan moviendo sus culos embutidos en laicras made in Falaferia.

Renato hizo todo lo contrario, despertaba en las tardes con la verga erecta en busca del coño de Claudia. Como ella no estaba se pajeaba como colegial y tenía pesadillas donde ella practicaba sexo con un caballo negro. Como ven, Renato se pudría de a poco. Como un perro vago lleno de garrapatas y sarna. Como un mendigo en medio de una cancha de tierra.

Hace tiempo que él no podía tolerar el antiguo oficio de Claudia. Yo había tratado de ayudarlo, de abrirle los ojos, de explicarle que el amor era triste, que no se podía enamorar de ella. Aunque debo reconocer que hasta yo me la había tirado, es que es una gran guarra, limpia, linda cara, buenas tetas, culo duro y un genuino y auténtico lunar de puta cerca de la comisura izquierda de sus labios carmesí.

Una putita deseada. Nos pegamos un polvo antológico (para mí) a escasos metros del Renato cocido como poto de guagua. Con un ojo en el sueño de mi amigo y con el otro en las tetas de Claudia, le di duro. Con preservativo de poliuretano por supuesto. Ella sabe lo que hace, es una profesional.

Tengo una erección de inmediato al recordar. Que maricón soy. Me tire a la mina de mi socio, sin asco y remordimiento. Así es la vida. Unos joden y otros son jodidos. Una cadena alimenticia que termina con la muerte.

Buen polvo. Algún día escribiré una historia sobre los amigos que he cagado con sus hembras. Y por supuesto los que me han cagado a mí. A todos nos gusta tirar...a todos las carne nos escose. Nadie es inmune a la calentura humana.

Ayer Renato no aguanto la sed y fue al topple de su mujer. Por supuesto Claudia estaba trabajando. Unos rucios longis le habían ofrecido 30 lucas por un triple x. En un privado oscuro un rucio se lo metía a lo perrito y el otro le daba por la boca. Gozadora Claudia sabía complacer a los hombres.

Renato contempló la escena y peló el cable. Era un tipo de armas tomar. Sacó la escopeta recortada se acercó sigilosamente a la orgía y apuntó al ano del rucio que disfrutaba a lo perrito. Jaló el gatillo.

Después le metió una bala entre ceja y ceja al tipo que recibía la chupada. Con los dos rucios muertos y un casa de putas desatada en idem lugar, la sangre y el semen cubrieron hasta los chinches del lugar.

Renato abofeteó a Claudia. Ella le tiró una patada en los testículos, pero fallo. Un combo a la ñata dejo a la Claudia desparramada contra una muralla llena de grafitis porno tipo “endereza la cabeza conche...”. Renato le metió la mano en la vagina y olfateo.

-“Voy a extrañar tu olor a puta”, dijo.

-“Pero qué haces mi amor, si este es mi trabajo, yo soy tu mujer, tu eres mi macho, mi pene regalón, el padre de mis hijos, mi vida, mi todo”

Fue lo último que Claudia dijo en esta vida. Renato le metió una bala en el coño y otra en el corazón.

Luego de contarme se puso a llorar. Yo estaba tranquilo, acostumbrado a tanta cagada en el mundo, no sentía pena ni rabia. No sentía. Bebimos más cerveza. El Pelú raja de pena y cebada repitió la historia tres veces. Había tristeza, pero no se arrepentía de haberla matado. Mi amigo se había convertido en un asesino de crónica roja. Tuve una erección a recordar a Claudia.

- Uhmm... ¡Que bien! Más cerveza.
- Toma un arma, me dijo el Pelú.
- Estay loco huevón.
- Toma un arma conchadetumadre
- Renato, toma un arma, me dije. Respiré hondamente y dos dedos con uñas piñiñentas me punzaron el corazón.
- Matamé Renato
- No, no puedo. El olor a mierda invadió nuestra conversación.

Renato lloró y se mandó un sorbo de chicha de manzana que le quedaba del 18 pasado. Me meé encima. Nunca había tenido tanto miedo. No sabía que podía ser tan marica. 'Llorón, no llorís maricón', me dije y seguí al Renato con la chicha de manzana.

-Si no me matai te voy a matar yo...
-Pero huevón, somos amigos. Yo no soy pato malo como vos, ni nunca creí en tu cuento político, pero somos amigos. Además no le hago mal a nadie, yo solo cuento historias. Vivo. Fumo marihuana.

-Me cagaste con la Claudia, vos también.
-Estay cagado Renato, me dije. Renato sabía de mi revolcón con su jermu. Me iba a matar.

-Te la tiraste el 3 de enero de hace dos años. Pensaron que yo estaba raja, y pisaron ahí, dijo indicando la mugre de colcha impregnada en la cama.

Si había que morir por caliente lo asumía. Había zafado de maridos celosos, de pololos cornudos y hasta de un milico que nos perdono la infidelidad con su esposa si lo dejaba chupármelo. Estaba listo para morir.

-Yo la quería, ahora no podrá tirar con nadie.
-Y yo tampoco.

Abrió la boca se metió la pistola y apretó el gatillo. La sangre saltó de lo alto de su cabeza y cayó desplomado como en las películas. Quedé quieto un rato. Un gato gordo y hediondo se hizo cariño solo contra mis piernas. Le di la mansa patada y lo maté, creo.

Pesqué un revolver y salí de la mediagua. Comenzaba a llover en la ciudad. Renato murió en la de él, me perdonó por tirarme a su puta.

Debe ser extraño morir mientras estas tirando. Nunca entendí porque no me dijo que sabía que lo había cagado con su mujer. En cambio me enteré que los rucios muertos en el topples eran hijos de un ministro de no sé que partido político.

En las noticias de la tele dijeron que fueron asaltados por un delincuente común.

Cuidaré...


Cuidaré tu silencio,
Como la bulla constante,
De la Marcoleta oculta,
Y mojada por mis lágrimas

Cuidaré tu vida,
Ya que es a ella,
A la que esperó,
Impaciente y con nicotina.

Cuidaré tus labios,
Y no los besaré jamás,
Para que virginales vuelvan,
A besar...

Cuidaré tu vida,
Para simplemente volver,
A decir te esperó,
Te amo.

Cuidaré de no arrojarte,
De mi cuerpo,
Como otras veces.

Cuidaré tus pasos,
Como siempre lo hago,
En silencio y a oscuras.

Me cuidaré, por primera vez...

domingo, julio 02, 2006

Desearía no necesitar lápiz ni papel cada vez que quisiera abrazarte...


En la oscuridad de un bar repleto de felicidades confundidas, apareció la imagen de horribles cabeceos. Pensé mil veces en la limítrofe posibilidad de despertar a tu lado. Mirarnos y reírnos. Que te levantaras no ocultando tu figura, fueras a la cocina y prepararas café negro. Ayer pensaba que hermoso sería si volviéramos a jugábamos a cruzarnos en la oscuridad de aquel bar lleno de gente, con ambas visiones despegadas de la realidad.

Y tú eras de nuevo algo delimitable, inconmensurable, extraño, hermoso, sensible, afable, lúdico y mío. Algo que yo era capaz de dibujar con los dedos sobre la acera ardiendo de estas calles iluminadas que están contaminadas con el juego de nuestros dedos a oscuras y sin sombras. Nefastas imágenes de mi aún nefasto sueño.

Y volvíamos a pisar y valorar uno de esos territorio inhóspitos que los dos reconocíamos, a pesar del tiempo y de los golpes que nos habían alejado demasiado. Por eso cuando te miraba no podía parar de sonreír, de besar cada gesto inconscientemente, como si hubiera aprendido a hacerlo de niño y no fuese algo controlado por lo que habitualmente controlamos los hombres.

Ocurre siempre, como una ecuación matemática; de esas que no entiendo ni entendí cuando de niño, porque de niño sólo quería saber escribir y ahora me doy cuenta que no lo he conseguido. Y tú lo notas: cuando la música de estas partituras inconclusas que llevan tú nombre están callada, nos rodea todo lo demás y desaparece en un segundo, en un instante, y sólo quedamos tú y yo, como la primera vez.

Ya nada importa, porque duele, duele demasiado el pensar en estos encuentros a escondidas, noctámbulos. Como en pequeñas pausas o estaciones de un viaje que no hemos elegido; que jamás hicimos cuando realmente desearía que ese momento y el brillo de vuestros ojos, tu tacto dificultosamente distraído se mantuvieran incólumes, azules, para que volvieran a conseguir permanecer de este lado y no del otro. De tu hemisferio derecho y del izquierdo, para volver a conocerte y no necesitar lápiz ni papel para cada vez que quiera abrazarte.

Me he dado cuenta que para ti y para mi distingo el silencio. Quiero evitarnos esas palabras vacías, horribles, huecas, esa sensación de estar interpretando un papel amargo. Una partitura a medio terminar o un poema feliz. Prefiero que nuestras miradas lo expresen todo, y si los ojos están cerrados mucho mejor porque escuchamos el silencio de está ciudad contaminada y llena de luces. Toda la nada que se levanta como un muro de piedra entre nosotros.

Añoro jugar otro momento y no vernos, a ignorarnos, es una solución tan válida como desnudar los cajones llenos de ropajes oscuros y eliminar cada capa de vida y de piel que nos queda; que hemos grabado sobre la piel del otro. Como un hermoso tatuaje lleno de damas y princesas, de amigos y rivales, de caminos y de cielos.

Por eso, te lo pido, no derrumbemos en la rutina del volver a empezar, no innovemos más de lo que se merece. De lo que nos merecemos. Como aquella frase enamorada, de sueños suicidas.

Prefiero el frío de las noches de esta ciudad llena de luces ante las espinas de la rosa de papel regaladas, después de desnudarnos y sudar, tu cuerpo y el mío, como mariposas que salen del capullo. Como las abejas que alimentan su dulzura. Como las hormigas que cosechan de lo ajeno. Como la espina que nos regalamos.

He pensado después de largos años que es mejor y necesario para los dos no seguir malgastando sueños, sonrisas, tristes noches de cerveza que pudieron ser alegres. No volver a releer aquellos textos de C. Delia Castells Arias de Cambet o la poesía de Gómez-Correa. He pensado que seguir malgastando energías en regar una flor muerta en cuadro muerto. Desearía no necesitar lápiz ni papel cada vez que quisiera abrazarte.

sábado, julio 01, 2006

Mi Madre me perdona...A cada instante.


Ya no escribo cartas y nunca más arrendaré un castillo en un tercer piso para brindar por los amigos y los amores que no están...

Seguiré fumando hojas de aquellas que te hacen reír más no poder... simplemente porque los que están a mi lado murieron en una despedida horrible.

No fueron lo suficientemente hombres para decir

- Adán... no estamos contigo. Ahora nos corresponde otra potencia. Otra vida y otras historias.

Mi sensibilidad murió como aquellas prosas oscuras en un bar de mala muerte. Donde el mismo New York no existe.

Donde los amables se confunden con cerveza en su cabeza... Y te busco; en cada momento. En cada piel femenina que saborean mis labios deseosos de tu cuerpo.

Lamento meses anteriores en que no di paso al fuego más increíble jamás conocido. Ahora vago por cada rincón de esta ciudad llena de luces. Y tú estas oculta el los brazos de un maldito afortunado. Que no te corresponde. Que te abandonó en alguna calle de esta ciudad llena de luces.

Justamente ahora, Natalia está con el nuevo amor que eligió. Un nuclear de esos que te enganchan tan sólo con su nombre.

Uno de estos tipos que tiene lo que yo voy a tener por más que lea literatura nuclear. Jamás voy a soñar y conocer.

Natalia ha muerto. En este preciso instante. Aquel cuando me invitó a degustar una maldita cebada para presentarme al que la salvaría... Justo ahora en que el trovador preguntó ¿Qué andarás haciendo ahora? O habló de una mujer dulce.